En estas semanas se está llevando a cabo el proceso de elecciones primarias del PSOE de Andalucía para elegir a la persona que encabezará la candidatura a la presidencia de la Junta de Andalucía. Serán los casi 47.000 militantes socialistas los que el próximo 13 de junio elijan, en un proceso democrático y transparente, quien es la persona que a su juicio reúne más y mejores características para recuperar el gobierno autonómico. Mientras un partido celebra este tipo de procesos, la costumbre en los países habituados a usar este sistema es que el resto de las formaciones políticas respetan el proceso y se cuidan de interferir en el mismo. La razón de ese respeto a las primarias ajenas es que todas las formaciones saben que se someterán a procesos similares, y quieren para sí mismas el mismo respecto que exigen a los demás. Sin embargo, en España algunos partidos utilizan las primarias en función de su conveniencia, y eso hace que tengan la tentación de interferir en esos procesos cuando los aplican sus adversarios políticos.

En nuestro país las elecciones primarias dentro de los partidos son un mecanismo relativamente novedoso para la elección de sus candidaturas electorales. Lo introdujo el PSOE de forma excepcional en los años 90, para posteriormente regularlo estatutariamente y normalizarlo como la forma más idónea de elección de sus candidaturas en los diferentes niveles territoriales. El resto de los partidos fueron asumiendo paulatinamente las primarias en función de su conveniencia, y las nuevas organizaciones políticas las utilizaron prácticamente desde su misma fundación.

Quizás sea la falta de costumbre o de cultura de primarias, la que conlleve ciertas consecuencias no deseadas o efectos colaterales impropios. Las primarias no deberían servir para dividir a los partidos ni para enfrentar para siempre a sus militantes. Las primarias no pueden hacer organizaciones políticas más pequeñas o ensimismadas, sino más fuertes, cohesionadas y dinámicas. En general, todos los partidos deberían saber que un mecanismo tan sano y democrático como las primarias no se deben pervertir o instrumentalizar. Y ya puestos, convendría asumir lo que en Estados Unidos o en otras latitudes con una arraigada cultura de primarias son evidencias que no hace falta explicar: las elecciones primarias tienen como único objetivo elegir la candidatura más idónea para ganar las elecciones, empiezan cuando se convocan y terminan el día en que se vota, y partir de ese momento toda la organización unida se pone a trabajar con esa meta.

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