Empoderamientos varios

Nunca antes una masa tan enorme de ignorantes había gozado de semejante poderío

Hasta hace un par de décadas, los términos "empoderar" y "empoderamiento" no existían en el uso habitual de los castellanohablantes. Fueron diversas castas políticas, con su enorme poder de influencia sobre determinados grupos sociales, aprovechando eficazmente el altavoz expansivo del periodismo afín, las que empezaron a usarlos para referirse -según su discurso oficialista de buenas intenciones, pero en realidad impostado-, a la necesidad de otorgar importancia a distintos colectivos marginados o excluidos para avanzar en igualdad y paliar situaciones injustas. El término en cuestión es una adaptación al español del "empower" inglés, por lo que muchos puristas del castellano lo vieron como una agresión, una colonización más del mundo anglosajón en nuestra lengua materna. En realidad, "empoderar" existía ya en castellano antiguo, en los siglos XV y XVI, pero pronto fue desechado su uso en favor de "apoderar", como sinónimo de "dar poder" o "tomar poder". Por lo tanto, ya teníamos un término, "apoderar", establecido por el uso ininterrumpido de casi medio milenio, que expresaba perfectamente el significado en cuestión. Pero, ya se sabe, la tontuna in crescendo de nuestra realidad patria aspira cada día que amanece a superarse aún más. La Real Academia ha sido reticente hasta hace muy pocos años a aceptar el nuevo término, pero finalmente, ante su uso casi generalizado, ha terminado por incluirlo en su diccionario con un nuevo significado, que lo reconoce claramente como anglicismo, matizado de la siguiente forma: "Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido". Así las cosas, asistimos ahora a una pugna por ser empoderado, por pertenecer a alguno de los nuevos grupos que reciben las prebendas de esa casta política prebendadora. En el fondo, estos representantes públicos acuñaron el término y lo expandieron para eso, con una clara intención electoralista y, ya se sabe, los votos hay que pagarlos. Lo más preocupante del asunto -y basta echar una ojeada por las redes sociales y los medios de comunicación audiovisuales- es que el grupo más numeroso que está autoempoderándose -con el complacido beneplácito institucional- es el de los imbéciles. Nunca antes una masa tan enorme de ignorantes, necios y estúpidos, habían gozado de semejante poderío, ni lo habían exhibido tan a las claras con la arrogancia de ahora, seguros como están de su valía y de la enorme protección que este sistema oclocrático les otorga.

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