La fiesta ilegal de Sorbas y la negativa de Djokovic a dejar su confinamiento (voluntario) para volverse a su país, tienen al personal entretenido: unos a favor y otros en contra. Es incomprensible que cada vez hay más gente a favor del "pobre confinado" y de los pobreticos jóvenes que sólo querían echar un rato de marcha. Lo más incomprensible es cómo puede haber tantos indocumentados (o más bien documentados en fuentes de oscuros intereses) que nieguen la eficacia de las vacunas, a pesar de que llevan dos siglos evitando enfermedades peligrosísimas, incluso erradicando algunos horrores como la viruela o la poliomielitis. ¿Cómo puede haber padres que nieguen a sus hijos pequeños las vacunas de tan terribles plagas? Pues los hay. Hay otra porción de ciudadanos que no niega las vacunas ni la existencia de virus, pero que dicen que ya están hasta los mismísimos de tantas restricciones: mascarillas, cierres de bares y pasaportes covid. Se ve que ya le han perdido el miedo a la epidemia, o priorizan lo que vienen llamando "libertad" algunos líderes y lideresas, que según ellos es circular indiscriminadamente y sin limitaciones para llenar un estadio de fútbol, los recorridos de las procesiones o los bares de copas hasta el amanecer. La posibilidad de contagiar a otros no les parece suficiente motivo para tomar medidas precautorias. Y las protestas ya no son sólo cosa de jóvenes, de antisistemas y de incordiadores profesionales, sino de gentes bien instaladas y de edades suficientes para tener las luces bien asentadas.

Y no puede uno evitar comparar esas protestas contra lo que está ocurriendo en estos dos años, con las que provocó la crisis económica que empezó en 2008 y todavía colea. Ahora no nos dejan tomar cañas a cualquier hora y hay que llevar carné de vacunado o similar, pero entonces la pérdida no fue de "libertades" sino de billetes para tomar cañas o viajar. Como consecuencia, en 2007 un mileurista era un desgraciado y ahora es un privilegiado; el salario mínimo actual no llega a mil euros. Y no se han visto en estos doce o trece años barricadas en las calles, ni cócteles molotov contra los bancos que se llevaron muchos miles de millones de euros, ni contra los gobiernos que se los dieron. ¿Por qué estas protestas de ahora tan insensatas? Cabe pensar que los poderes mundiales que se llevaron (y se llevan) los dineros son también los que consiguen comerle el tarro a buena parte de la humanidad. ¡Nos obligan a volvernos conspiranoicos!

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