El exilio es una de las manifestaciones más profundas y dolorosas de la historia de España. Imaginemos las penosas condiciones de hombres y mujeres que se toparon con la intolerancia del poder, ya fuese en sentido revolucionario o reaccionario. El exilio puede definirse como una historia doliente y desengañada que ha obligado a muchos españoles a vivir trasterrados (incluso dentro de la península) desde hace varios siglos, como fue el caso del poeta Moseh Ibn Exra y las comunidades judías (siglo XI) o el caso de Juan Valdés, que vivió su madurez en Nápoles; llegado el siglo de oro el poeta D. Diego de Quevedo, mostró su rebeldía ante cualquier abuso con estas palabras: "No he de callar, más que con el dedo, ya tocando la boca, ya tocando la frente, silencio avises, o amenaces miedo. Avanzando en el tiempo y entre el apagón del Siglo de las Luces y las Cortes de Cádiz, se iniciaba el siglo XIX con el destierro de Carlos IV, le seguiría toda una larga serie de personajes que continuaron con Fernando VII, Espartero, Isabel II, el general Primo de Rivera, el presidente de la segunda República, Manuel Azaña, la voz quebrada del poeta Machado, que tanto añoraba su patria con aquellos versos que decían: "Estos días azules y este sol de mi infancia". Estas últimas semanas hemos visto como el Parlamento Europeo ha levantado la inmunidad a Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsati; estos individuos que se creen exiliados, a diferencia de otros repudiaron a España, alimentaron el independentismo, violaron la ley y como decía Cervantes: "El camino es mejor que la posada", bien supieron elegir el camino que les llevó hasta su encubrimiento en Bruselas; y más tarde su condición de eurodiputados fue un hándicap mas, que como mínimo contribuye a poner palos en las ruedas de la justicia española, que lleva sufriendo desde hace más de tres años la incompatibilidad de su homónima belga, que rechazo por primera vez la entrega de los exconsellers fugados; pienso, y algunos convendrán conmigo, que el camino que sigue la ley, no es el mismo de la justicia; recuerdo el caso de Tarradellas, que durante su exilio escribía: "Avui res" (hoy nada); estos individuos, a diferencia de los que he citado en el encabezamiento de este artículo, lo tienen todo.

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