Explicar las Pinturas Negras

El arte con mayúsculas no tiene explicación; necesita del misterio para ejercer su poder seductor

Casi desde que el mundo las descubrió y fue consciente de su importancia y fabuloso poder de fascinación, las Pinturas Negras de Goya -que ahora cumplen doscientos años desde el inicio de su ejecución- han sido objeto de múltiples y sesudos ensayos intentando desentrañar su contenido, alumbrar un supuesto significado oculto, críptico, que sabiamente el pintor liberal habría camuflado bajo la alegoría para no sufrir las represalias absolutistas de Fernando VII y sus hordas criminales. La cosa no es nueva; cada vez que una obra de arte ejerce una atracción fatal, todos los seducidos necesitan explicarla con palabras, desmenuzar racionalmente su poderío deslumbrador, su oculto misterio. El caso de Goya ha sido y es, cada vez más, el santuario preferido del oportunismo historiográfico; basta citar casos como el de Mena y el Coloso, Wilson y los cuadros que no le gustan del inventario de 1812, los historiadores aragoneses y su obsesión por encontrar goyas de juventud que engrandezcan su patria chica, o Junquera y su ridícula atribución de las Pinturas Negras al hijo de Goya. En todos ellos se trazan, sin pruebas concluyentes, teorías más o menos fantasiosas, enrevesadas o ilógicas, para intentar demostrar una conclusión parida de antemano por las filias, fobias o intereses particulares de cada "experto". Es por tanto, la perversión del hecho investigador, que, por pura lógica, ha de comenzar por las pruebas irrefutables y acabar en la conclusión. En el caso de las Pinturas Negras, a parte del citado Junquera, hemos asistido al Goya viejo aquejado de melancolía saturniana que planifica una serie pictórica completa con ese concepto, o al sexualmente impotente, en inferioridad de condiciones ante Leocadia, la fogosa joven con la que supuestamente comparte su vida. También al liberal perseguido por el absolutismo y la Inquisición y, en esta línea, otras más recientes (Foradada) donde, hasta el más mínimo detalle, incluyendo la secuencia visual y la colocación de cada escena, es la traslación a pintura alegórica de los acontecimientos históricos que acontecían en ese momento, desde el Trienio liberal a la invasión del Duque de Angulema y sus "cien mil hijos de san Luis" hasta la huida del pintor a Francia. A todos ellos habría que recordarles que el arte con mayúsculas no tiene explicación; necesita del misterio para ejercer su poder seductor. "Solo se pinta lo que no puede explicarse", Bacon dixit.

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