El profesorado, acaso también las familias (especialmente quienes tienen hijos o hijas en edad escolar) medimos el tiempo en cursos escolares. Los ciclos acaban en junio y empiezan en septiembre. Son periodos que condicionan mucho más nuestra vida que la nochevieja o el 1 de enero. Para el profesorado supone arrancar con un montón de papeleo, preparar materiales, reuniones y más reuniones, con el objetivo de que todo esté listo entre el 12 y el 15 de septiembre. Para el alumnado es tiempo de recuperaciones, la época en que arrancan las extraescolares o las actividades deportivas, y desde mediados de mes la vuelta total a la rutina, los horarios, las tareas. Para las madres y padres, septiembre significa volver a estar pendiente del reloj, hacer cábalas para compatibilizar horarios laborales y lectivos, ejercer de taxistas a tiempo parcial (en horario de tarde), llevar una exhaustiva contabilidad para llegar a fin de mes… y muchas más cosas. Es digno de analizar cómo la escuela regula y condiciona toda nuestra vida.

El tiempo es distinto para los adultos que para los niños y niñas. Para el profesorado y las familias puede ser simplemente un año más, un año de trabajo. Sin embargo, un año es muchísimo tiempo para chicos y chicas en edad escolar. Todos recordamos aquellos años en que las tardes eran largas tardes y los días parecían eternos. Cuando los mayores nos decían que quedaba un mes para nuestro cumpleaños o tres meses para navidad, decíamos: «eso es muchísimo».

Aunque la escolaridad obligatoria es muy larga, pensemos que lo que no se haga en esos 10 años (6 de Primaria y 4 de ESO) es difícil de retomar después. En algunos contextos, resulta imposible. Hay un cierto número de chavales que no necesitan la escuela. Llegarán donde quieran gracias a la escuela, o a pesar de ella. Sin embargo, para la mayoría la escuela es el sitio donde descubrir que el aprendizaje es apasionante y necesario durante toda la vida, el lugar donde aprendemos a relacionarnos con todo tipo de personas, la oportunidad de analizar críticamente la realidad, un espacio donde reflexionar sobre el mundo en que vivimos, donde adquirimos aprendizajes diversos que quizá en ningún otro sitio volvamos a ver (ya sea de tipo científico, histórico, literario, artístico…). Construyamos entre todos (familias, profesorado y alumnado), la mejor de las escuelas posibles. Feliz año nuevo lectivo.

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