Indalo no existe

Se trata de una invención gráfica espuria para crear una impostada mitología simbólico- cultural

En un pequeño libro publicado en 2019, breve y conciso, ameno y demoledor, titulado "Vida y milagros del dios Indalo", el mojaquero Clemente Flores Montoya repasa la historia del grafismo rupestre trocado con el paso del tiempo en un símbolo almeriense universal. Lo presenta dentro del ámbito del mito, como un diosecillo creado por los intereses de determinados hombres contemporáneos para parir un producto cultural al principio, evolucionado después a rentable producto turístico. La única referencia real al Indalo en la provincia de Almería es un grafismo rupestre que existió en un abrigo del cerro Mahimón de los Vélez, denominado "Cueva de los letreros", junto a otros que aún perduran. El grafismo en cuestión fue, junto al resto, inventariado hacia 1860 por un aficionado a la arqueología llamado Manuel Góngora, mediante dibujos que copiaban los originales, luego publicados en 1868 en su libro "Antigüedades prehistóricas de Andalucía". Varias décadas después el grafismo ya había desaparecido de la cueva, pues en la siguiente catalogación de las "pinturas", realizada en 1912 por el sacerdote y arqueólogo francés Breuil, no aparece recogido. Probablemente el desgaste producido por las visitas de curiosos y los efectos meteorológicos lo eliminaron junto a varios grafismos más. Si comparamos la transcripción dibujística de Góngora con el Indalo después acuñado por Perceval, Juan Cuadrado y compañeros, las diferencias son muy grandes. El dibujo de Góngora representa a un hombre que parece caminar y lleva los brazos en jarras, con la cabeza por encima del arco que describen sus hombros, como corresponde a una visión más "natural". En el Indalo manipulado el personaje es completamente estático, no se desplaza, y el punto gordo que representa su cabeza está por debajo de los hombros, pareciendo entonces un hombre que levanta los brazos con un arco o que adora una divinidad solar. Se trata, por tanto, de una invención gráfica espuria para crear una mitología simbólica que legitime un impostado movimiento cultural "moderno" y permita a sus integrantes presentarse como grupo serio o profundo. La mitología en cuestión es la Teoría de los saros indálicos, parida por el fabulador Perceval y acogida con agrado por el resto de cuentistas implicados. Y la universalización del muñecajo fue una calculada operación mediática del franquismo en los sesenta para tapar el desastre nuclear de Palomares y poner todos los focos en el nuevo turismo de playa que por entonces se iniciaba en Mojácar.

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