República de las Letras

Inmigrantes

La inmigración es, con diferencia, el mayor problema que tiene y va a tener el mundo occidental en los próximos años

Que la política de inmigración de la Unión Europea es desastrosa no hay ya, después de lo del barco Aquarius y los que están viniendo después de él, ninguna duda. Esta es la Europa de los mercaderes, de los financieros y de las superempresas, sus deslocalizaciones, sus beneficios astronómicos y su tratamiento del ser humano reduciéndolo a pura mercancía, a números y a material desechable. Es la Europa de los ciudadanos en cuanto que consumidores, no en cuanto que sujetos con derechos y libertades. No es, desde luego, la Europa de los derechos humanos. Y esto no es culpa de lo que los viejos políticos llaman populismos, que ya gobiernan, por ejemplo, y sin ir más lejos, en Italia. Por el contrario, los populismos son su consecuencia. Europa no se inventó para los seres humanos. Son los seres humanos los que se inventaron para Europa. Cierto tipo de seres humanos: sumisos, callados, con buenas tragaderas, capaces de comulgar con ruedas de molino, insensibles al sufrimiento de los demás y nada reivindicativos de su condición humana. No, los defensores de los derechos humanos no son bien vistos en Europa.

La inmigración es, con diferencia, el mayor problema que tiene y va a tener el mundo occidental en los próximos años. La prosperidad surte también un efecto llamada sobre aquellos que no tienen futuro, que huyen de la guerra, que han probado la miseria y la tortura. Son todos aquellos seres humanos que buscan un futuro mejor, no ya para ellos sólo, sino para sus hijos.

Pero chocan con una inexistente política eficaz de inmigración que impulsada en todo el globo por el inmigrante de segunda generación Donald Trump -hijo de una inmigrante irlandesa "ilegal"- está fomentando el racismo y la xenofobia. Esto hay que tenerlo muy claro. Si nos fijamos en los trabajadores del poniente o el levante almeriense, o los de la construcción en la capital, vemos que los puestos de trabajo más duro, menos especializado y menos remunerado, esos puestos que ya no queremos los españoles, son desempeñados por inmigrantes que en su día fueron ilegales: marroquíes, rumanos, ucranianos… Que nadie nos meta la trola de que nos quitan puestos de trabajo, porque es mentira. Nadie dice que los inmigrantes son necesarios para, por ejemplo, sostener el sistema público de pensiones. Por el contrario, se fomenta, para vergüenza nuestra, la visión del "Rusas sí, moros no". Todo un símbolo.

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