Intransigencia- transigencia- claudicación

Quizá no se tenga demasiado en cuenta que, al negociar, también está el otro

Estoy buscando la palabra correcta. Entiendo bien lo que es ser "intransigente". El ejemplo más claro es el famoso "no es no" que inició Pedro Sánchez y que ahora parecen haber hecho suyo Pablo Casado y, por el momento, incluso el PdeCat. Ser intransigente es mantener una postura de modo numantino asumiendo la propia posición como un dogma inalterable. La intransigencia es absolutamente incompatible con una negociación y desemboca en un auténtico callejón sin salida cuando es mantenida por alguna o todas las partes en conflicto. Así que, dada la composición de nuestro parlamento, es evidente que sobran todas las posturas intransigentes. Si se quiere llegar a tener un gobierno que, sea o no progresista, sea estable hay que andar a la caza y captura de todos aquellos que no sean intransigentes y que, por tanto, sean capaces de abandonar en mayor o menor medida las propias posiciones en bien de la negociación. Pero es aquí donde empieza seriamente el problema. ¿Es "transigencia" el término que debería definir la postura que deben adoptar las partes? Creo que muchos dirían que esa es la palabra que andamos buscando. Pero ¿existe la posibilidad de delimitar sus fronteras de tal modo que, al transigir, se puedan eludir las críticas y que tachen de "indigno" ese repliegue respecto de las propias posiciones? Las posiciones propias se suelen expresar mediante el lenguaje, a través del cual se dice cuáles son los elementos que conforman las propuestas, y es práctica habitual de todos los políticos. No me refiero exactamente a las promesas hechas en puro periodo electoral, que la mayor parte de las veces solo son baladronadas derivadas del estado demagógico de esas fechas. Quiero referirme a ciertos principios que se consideran importantes, o a algunas actitudes sobre estrategias postelectorales. ¿Hasta qué punto se pueden postergar o modificar manteniéndose en pura transigencia y sin llegar a la claudicación? Porque "intransigencia-transigencia-claudicación" forman un continuo de linderos borrosos y que dependen de valoraciones subjetivas casi siempre de personas interesadas en uno o en otro sentido. Quizá no se tenga demasiado en cuenta que, al negociar, también está el otro, y el "otro" tal vez olvide que está su propio "otro". Y los críticos de las negociaciones, los que acusan de "botifer" o falto de dignidad a los que negocian, tal vez olvidan la existencia de tanta "alteridad".

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