Abierto de Noche
Francisco Sánchez Collantes
Sorolla
Cuando vi a Paco Calavera en su actuación de las cinco de la tarde el sábado en la sala Artenvacio, le dije que Javier Corcobado iba a presentar su monumental biografía en la librería Picasso el lunes a las siete de la tarde, ah, pues puedo ir y me interesa. Le comenté que la autobiografía era bestial y quedamos en que le daría un toque para que no se le olvidase. Pensé durante todo el día como debería de ir vestido para ir acorde al evento, lo que significa qué camisa debería ponerme. Una de color negro, supongo, pero no tengo ninguna ya de color negro así que fui buscando hasta encontrar una y al final la encontré en Springfield. No es que para ir a la presentación de un libro de Corcobado tengas que ir con una camisa negra, pero yo sí, porque es ya el único vínculo que me separa del pasado. Si ya no me la pongo más romperé todos los vínculos con el pasado y puesto que el pasado ya no existe, no tengo nada más que me una a él. A las 11:00 del lunes le recuerdo a Paco el evento pero a las 12:00 me manda un mensaje de voz diciendo que ha tenido un accidente supongo que con la lluvia. Al parecer no es grave, un resbalón o algo por el estilo, por lo que no vendrá. Es algo que no sé por qué suponía, que no iba a venir, no que iba a tener un accidente. Como era previsible toda posibilidad de volver a sentirme integrado con la gente que de alguna manera admiro o tengo sintonía se diluye. El lunes a la hora prevista y como no podría ser de otra manera todo se confabula contra mí, las condiciones meteorológicas conocedoras de que voy a salir de mi cárcel de trabajo sin pedir permiso a nadie, soplan vientos feroces, fríos y calores intensos y por fin, lluvia molesta, andando por las calles, abrigándome con ese abrigo que media hora antes daba un calor espantoso y media hora después apenas protege contra el frío. Por fin llegamos al evento bastante antes para ver cómo está el ambiente en la librería. Vacío, gélido, no hay corrillos, no hay el más mínimo tumulto. Javier, del que pensaba que había dejado un nutrido grupo de seguidores a su paso por Almería solo hace llegar más tarde extraños asistentes y algunos acólitos. Le saludo cortés e impersonalmente, consciente de que mi invisibilidad nunca me abandona. Y al final, cuando todos se van, cara a cara le digo: ya no te acuerdas de mí y me dice: Sí, te conozco de sobra. Todos se van ya de noche sólo con saludos fríos.
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