Libros dedicados

En las páginas de interior siempre queda algo de quienes pasaron por esas páginas antes que nosotros

El despacho está lleno de libros. Las estanterías se están quedando sin recuerdos y sin portarretratos para hacer hueco a tanto libro. Como me descuide y siga comprando libros y recibiendo regalos de libros, darán lugar a que se amontonen en el suelo y este parezca como si fueran creciendo algas marinas, o rostros que te llaman para que les hagas caso, o voces que gritan luminosas en medio de lo oscuro. Entre tanto libro, me gusta regresar con frecuencia a los de segunda mano. Esos que se compran, ya descatalogados, en librerías de viejo. Digo segunda mano por decir algo. Pueden haber pasado por cientos de manos que dejaron en sus páginas huellas imborrables.

Me detengo en la cubierta. Muchas veces, o siempre desgastada, con manchas de óxido, de aceite y suciedad del manoseo, con algún roto en la sobrecubierta, llena de un tiempo del que todo lo desconocemos. Me gusta abrirlos y seguir una a una sus huellas.

El placer de la lectura o de la relectura. Libros que desaparecieron en los varios traslados de ciudad y vivienda, que en otras ocasiones prestamos a alguien sabiendo que lo libros prestados casi nunca regresan.

En las páginas de interior siempre queda algo de quienes pasaron por esas páginas antes que nosotros. Anotaciones al margen, subrayados con un lápiz feliz o, los más osados, con fluorescente.

Libros nuevos o viejos. Relucientes o llenos de rasguños y heridas sin curar. Da igual como sean. Nuestras vidas vivirán en sus páginas. Cuando los tengo cerca esos viejos libros, me los quedo mirando un rato. También ellos tienen alma, aunque necesiten a las personas, como usted o como yo, para manifestarla. A veces pienso como si no acabaran de pertenecerme del todo, como si siguiera en ellos el polvo acumulado durante tiempo, otras casa, en otros anaqueles, en otras manos, en esas librerías que son como misteriosas y sosegadas guardianas del tesoro libros.

En alguna ocasión, y doy fe de ello, me he encontrado con esos libros usados por diversas manos que tienen en la página en blanco, la “de respeto”, una dedicatoria. Alguien dedica un libro a otra persona y al cabo del tiempo, todo acaba como el rosario de la aurora. Como la “situación” no ha ido a más y mejor, se venden los recuerdos y cada uno sigue con su vida, como suele pasar en los boleros. Efímeros o para toda la vida.

La magia incógnita escondida en un libro dedicado

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