Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

Majaderos flotantes

Entre ladrido y ladrido para que no se le desmandaran las ovejas, a Churchill se le ocurrió darse una vuelta por Valencia

Durante muchos años Churchill pensó que se trataba de una historia perruna. Según contaba en la escuela canina Mr. Erik, un gran danés que les enseñaba a ladrar en inglés, en el parlamento asnal había sucedido algo inaudito. Sus diputados habían rebuznado por unanimidad la supresión de la Ley de la Gravedad, con la obtusa esperanza de que, a partir de ese momento, comenzarían a flotar, liberados de la servidumbre de la corteza terrestre. Pero el caso es que al día siguiente continuaron transportando cargas de leña sobre sus lomos, tirando de las norias a pleno sol, recorriendo caminos pedregosos con sus dueños encima, en fin, siendo los mismos cuadrúpedos ingenuos de siempre. Churchill pensó que aquello era una de las humoradas de Mr. Erik, perro sapientísimo, aunque con evidente propensión a inventar humoradas como aquella. Hasta que un día, tumbado en el establo tras una jornada fatigosa, escuchó en El Ladrido Mensajero que el Parlamento del País Valenciano había convertido a su dialecto en una lengua independiente y diferenciada del catalán. No era un experto en la materia, desde luego. Pero, hasta donde alcanzaban los conocimiento de un modesto perro pastor como él, aquello le sonaba a insensatez completa, al nivel de la supresión de la ley gravitatoria. Se lo hubiera preguntado a Max, un lingüista hijo del pueblo que solía a pasar unos días de verano con su abuela, perdido del mundanal ruido. Pero aquel año, precisamente, se fue a Escandinavia y se quedó allí para los restos. El paso del tiempo le hizo olvidarse de aquel asunto. Hasta que el pasado martes, camino de los pastos con el ganado, el amo Liborio llevaba el transistor puesto, más que nada, por no aburrirse. Entonces escucharon que en Valencia había un gran lío lingüístico. La Real Academia de Cultura Valenciana había acusado públicamente al arzobispo de usar una lengua impura. Monseñor Benavent, sin embargo, se estaba limitando a emplear el valenciano oficial, el normativo y sancionado. Pero para esta versión valenciana de las reales academias de España ello equivalía a soslayar la esencia del valenciano, que encarna su norma particular, ni consensuada ni sancionada. De manera que, además de una lengua independiente, en Valencia ya van por dos normas irreconciliables y enfrentadas. Por supuesto todo ello ha generado un amplio debate social, con su consiguiente enfrentamiento. La moraleja es obvia: una majadería solo puede retroalimentar otra mayor.

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