Marisol Vargas

Mientras se desmantela la sanidad pública se alumbran rayos de esperanza en la labor de muchos facultativos

Mientras se desmantela la sanidad pública, poco a poco y sin parar, se alumbran rayos de esperanza en la labor de muchos facultativos que, incansables, aún dedican sus esfuerzos al ejercicio noble de una antiquísima profesión, acaso las más digna e importante, que tiene en sus manos la salud y la vida de las personas. El matrimonio formado por Fernando Yélamos y su tristemente fallecida esposa, Marisol Vargas, es un ejemplo felicísimo de cuanto digo. Los que nos honramos con su amistad sabemos bien de su entrega en pro de una medicina verdaderamente humanista, desvivida y afectiva, que mira a la cara de las personas y no a las pantallas de las computadoras. Fernando, tras la pérdida de Marisol, recorre los caminos de la vida con actitud aún más leve y poética, si cabe, que antes. Ha hecho varios tributos en forma de libros, poemarios propios y de Marisol, dedicados a conmemorar y sellar eternamente la intensidad de un amor que nunca se extingue. Del contacto con los pacientes, con la enfermedad y con la muerte, y con una administración deshumanizada, nace una actitud poética, rebelde y misericordiosa. El caso de Marisol es especialmente intenso. Enfermera de Torrecárdenas hasta su triste desaparición, Hace ahora justo dos años, cultivó la escritura poética, de forma silenciosa, casi oculta, durante toda su vida. En "Lloran las amapolas" se desvela una poeta asombrosa, dura y estremecida, lírica y herida, que entronca con la mejor tradición española de las voces limpias y claras del pueblo, en la línea de Miguel Hernández o el Machado más comprometido. Marisol tenía un elevadísimo sentido de la justicia y de la verdad. Quienes la conocimos bien admirábamos su enorme entrega profesional, su emotividad y su conciencia purísima. Del permanente contacto con el drama y el sufrimiento nacía su indignación y su inquebrantable voluntad de justicia y de servicio. Ella y Fernando nos han entregado -a toda mi familia- su más sincera amistad. He tenido la suerte, además, de tenerlos como modelos y hacerles varios retratos familiares. En estos días, por deseo expreso de Fernando, pinto un retrato de una Marisol joven, casi una niña, en el lejano día de su boda. La intensidad de su mirada, la belleza nacarada de su rostro y la blancura nívea del velo, expresan para mí el balance de una vida breve, pero intensa y verdadera, estremecida y ejemplar.

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