Marwan es sólo la antesala de los nuevos poetas que irrumpen con tenacidad y con una precisión sólo reservada para relojeros. Con él también emergen autores como Diego Ojeda, Luis Ramiro, María Cabañas o Defreds -este último ha vendido cerca de 60.000 ejemplares con su primer libro "Casi sin querer". Son capaces de activar esas estancias oscuras del alma. Modularlas, adentrarse en ellas, teclear la nota justa para que se desate la sinfonía íntima del ser. Estas palabras que a priori pueden parecer un tanto ñoñas. Nos lo son. Como puede ver, mi querido lector, es muy fácil caer en lo previsible, en lo manejable, en lo común. Sin embargo, estos nuevos poetas, a los que a pesar de muchos, respeto -. Venden, venden y venden. Veinte mil o cuarenta mil libros -aunque si soy sincero, poco me preocupa o nada.

Ya sabemos que el escritor y, en detrimento de este último, el poeta, son seres humanos con un concepto de vanidad muy personal e íntimo. Con poca autoestima, en muchos casos. Tardíos, ramplones y aburridos en otros muchos. Con infinidad de cosas que expresar, pero con una vergüenza aplastante que no les deje vivir como un ser humano más. Con la responsabilidad de llevar la literatura universal sobre sus espaldas. Y con el peso de la Historia vigilante. Sabemos que no es fácil acudir puntualmente al paso de los días. Trabajar como un mortal más. Sabemos que no es nada agradable tener que batirte el cobre con otros autores que, presuntamente, no han leído o no tienen las lectura que por imperativo legal deberían de tener. Pero creo que como siempre la sociedad es la que escenifica los paradigmas. Y los científicos e investigadores lo estudian. Al final, como siempre, la presunción de inocencia debe de preservarse. Con más razón aún cuando parece que este fenómeno ha vuelto a coger en fuera de juego a los viejos claustros de la literatura. Embarcados en estos últimos años, en su especial y particular odisea personal. En contarnos las vidas y andanzas de sus ombligos, mientras la sociedad era abocada a una crisis social sin precedentes y las gentes eran arrojadas desde sus casas al infierno de las calles. Y ahora vienen las manos a la cabeza. Las caras de estupefacción. Los asombros. Por parte de un sector de la literatura que poco o nada le ha importado la sociedad. Y que sólo pensaban en el finiquito anual de la editorial y seguir viviendo del cuento. O, en este caso, de la poesía.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios