Mutis

Fue un soñador de tierra adentro, nostálgico de las aventuras que sólo había vivido en parte

Aunque no hagan falta aniversarios para recordarlo, el viernes pasado se cumplieron cien años del nacimiento de Álvaro Mutis, un escritor inmenso que en su proyección pública fue a contracorriente del siglo, sobre todo por su desinterés hacia la política en la que se enredaron tantos de sus contemporáneos y en particular los que posaron de comprometidos. Desde la caída de Bizancio, afirmó famosamente, ningún hecho histórico había vuelto a conmoverle. De un modo medio lúdico que no ignoraba el efecto de tales calificativos en sus interlocutores, el narrador y poeta colombiano se definía como monárquico y legitimista, pero sobre todo resaltaba su escepticismo respecto de las utopías. Tenía esa elegancia antigua y algo atildada de los escritores y diplomáticos, aunque él nunca ejerció la profesión de su padre. No sólo por su infancia europea, Álvaro Mutis encarnaba esa mezcla de refinado cosmopolitismo y leal apego a la tierra que ha distinguido a otros grandes escritores de América, pues de hecho su obra no se entendería sin los exuberantes paisajes de Colombia o el profundo arraigo en México, pero al mismo tiempo se proyecta más allá, de la mano de las otras lenguas y tradiciones –la norteamericana de Whitman, la inglesa adoptiva de Conrad, la francesa de Larbaud o de Proust– que conviven en el territorio libre de la literatura. Le interesaban más las viejas batallas que las nuevas, como miembro oficioso de esa aristocracia criolla, esteticista y tardorromántica, que a falta de reyes ha rendido culto a los individuos audaces, a la belleza efímera, a la visión hedonista y a la vez desesperada del que sabe, como escribió su íntimo amigo García Márquez, que “nunca volveremos a encontrar el paraíso perdido”. Mutis es el cantor de la selva indómita y el océano innumerable, de la fuerza esencial de la naturaleza, de la soledad del hombre que duda de su lugar en el mundo o del sentido último de lo que busca. Novelista relativamente tardío, se quiso y fue sobre todo poeta, un gran poeta a menudo narrativo y un gran narrador casi siempre lírico. De hecho Maqroll habitó antes su poesía que su prosa, aunque muchos de sus devotos lo conocimos por la memorable serie de novelas que tienen como protagonista al marino, contrabandista y medio filósofo de la tierra caliente. Como su colombroño Cunqueiro, otro alegre fabulador arrasado de melancolías, Mutis fue un soñador de tierra adentro, nostálgico de las aventuras que sólo había vivido en parte: “Maqroll es todo lo que quise ser y no fui. Todo lo que yo he sido y no he confesado”. También los lectores, para siempre agradecidos, podemos mirarnos en el espejo del Gaviero errante.

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