Utopías posibles

Pedagogía de supervivencia

Nada de eso será posible este año. La palabra clave de cualquier actuación educativa de éxito es la interacción

Para el próximo curso, la única opción que nos queda es poner en práctica una especie de «pedagogía de supervivencia», que poco o nada tiene que ver con lo que normalmente hacemos, y menos aún con lo que nos gustaría hacer. Las aulas específicas de música, plástica, tecnología, laboratorios u otros no se pueden utilizar como tales, porque no puede ser que pasen 15 grupos de alumnos y alumnas a la semana, uno distinto a cada hora, seis al día. Los talleres deportivos en los recreos, igual que el coro, la emisora de radio, juegos de mesa, laboratorio y otros, no se pueden realizar.

Cada año, además, se hacían en mi centro todo tipo de actividades de apertura al entorno: encuentros literarios con una veintena de escritores, una semana cultural con más de cien talleres (hechos en su mayoría por personas externas), hasta 35 horas semanales en que unas 70 personas (principalmente, madres) venían a colaborar en distintas asignaturas, talleres de mediación de conflictos, aula de convivencia...

Además de lo anterior, se hacían desdobles en mil y un momentos para conseguir atender todas las preferencias del alumnado en cuanto a optativas, intentando evitar también la segregación por niveles. En ocasiones, se mezclaba el alumnado de diferentes edades, y teníamos planeado hacer actividades de tutorización del alumnado de 1º de ESO a cargo del alumnado de 3º.

Nada de eso será posible este año. La palabra clave de cualquier actuación educativa de éxito es la interacción. Cuanto más cantidad y variedad de interacciones se producen, más se eleva el nivel de la escuela, pero el COVID, junto a la manera en que ha sido abordado (o más bien desatendido) por la administración, ha arrasado con todo. Se podrían haber buscado mil soluciones creativas, imaginativas, verdaderamente novedosas, para paliar esta situación: establecer turnos, aumentar la limpieza de manera que (aunque solo sea una vez a la semana) se puedan utilizar aulas específicas, utilizar espacios municipales, hacer turno de tarde con grupos superiores... El eterno problema es el presupuesto, unido a la falta de valentía política.

Nos toca, como siempre, tirar de profesionalidad, de voluntad y voluntarismo, de creatividad y de echarle muchas ganas, porque cuando se cierra la puerta del aula, quedamos el profesorado y treinta jóvenes, que nos debemos los unos a los otros. No hay más. Sobrevivir, es la palabra clave.

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