Periódico bonito

Un periódico es bonito por grande, por superar lo común. Luego Diario de Almería es, así, un periódico bonito

Cuando Azarías -en magistral y memorable interpretación de Paco Rabal- llama a una grajilla "milana bonita", para que arranque a volar desde su hombro o vuelva a posarse en él, emplea un reclamo cariñoso, espontáneo, que brota desde las entrañas de un bracero del campo. En escenas de una película -peliculón, que no peli-, Los santos inocentes, con estreno en 1984, bajo la dirección de Mario Camus, que, como pocas veces ocurre, al menos iguala en excelencia creativa a la novela de Miguel Delibes, publicada tres años antes, en 1981, de la que toma título y argumento. Y un periódico, ¿puede ser bonito? Si se piensa en la lindura, en la gracia, en lo que guarda cierta proporción y belleza, un periódico puede reunir esas cualidades de lo bonito. Pero, de manera mucho más a propósito, un periódico es bonito por grande, esto es, por superar lo común. Luego, que aquí quiere llegarse, Diario de Almería es un periódico bonito. Por razón de su XV aniversario, socorrido sería pensar también en la "niña bonita" a la que se asimila coloquialmente ese número en las impredecibles cavilaciones del azar. Pero quince años de un periódico no llevan a las inestables y transitorias maneras de la adolescencia, sino a las sabias disposiciones y criterios de la madurez. Y esto es así por una razón principal: cada día, uno detrás de otro, que el periódico llegue temprano a los quioscos o esté al tanto en la edición digital, es el resultado de casi un milagro cotidiano, no debido a un prodigio repentino, sino al infatigable tesón de quienes le dan forma y contenido. En Diario de Almería, desde su creación, siempre dirigidos por Antonio Lao Alonso, cuyas facultades y competencias están más que puestas a prueba -dicho sin una pizca de adulación, sino por el conocimiento, y la gratitud, de diez años en estas páginas-, ajeno a la rutina que no hace mella alguna en esa particular e íntima ceremonia suya de acercarse cada mañana al quiosco y comprobar que el milagro no se resiste. Se ha dicho rutina, pero esta no cabe en el oficio periodístico porque la actualidad está reñida con hacer las cosas por costumbre o con pensar y decidir a partir de criterios predeterminados. Y del mismo modo que, en materia literaria, hacerse con un estilo propio es razón de identidad, dirigir un periódico contribuye significativamente a que ocupe un espacio propio, reconocible y reconocido por una crecida legión de lectores. Así ocurre con Diario de Almería, un periódico grande que cumple quince años en plenitud de expectativas.

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