El Saliente de Claudio Sanz y Torres

Debió de existir un proyecto para un rico programa decorativo que no ha llegado hasta hoy

Cuando murió en 1779, las obras de construcción del edificio del Santuario del Saliente en Albox, sufragadas íntegramente a sus expensas gracias a su rico patrimonio familiar, estaban prácticamente acabadas, pero el programa decorativo para su templo y dependencias episcopales aún o habían comenzado. Claudio Sanz y Torres fue, probablemente, el obispo más enérgico y emprendedor de cuantos pasaron por la diócesis de San Indalecio. En las dos décadas que duró su mandato se erigieron algunos de los más sobresalientes monumentos barrocos de la provincia, en los que intervinieron artífices tan importantes como Ventura Rodríguez o Fray Pedro de San Agustín, al que se deben los imponentes templos de Vélez Rubio y Oria. La obra más importante y monumental ejecutada por Sanz y Torres fue el Santuario del Saliente, concebido como su particular Escorial, sustituto de una pequeña ermita preexistente y ampliado hasta límites colosales. Su programa incluía, dentro de un estilo barroco similar al de las iglesias antes citadas, un refinado y bien proporcionado templo, un palacio episcopal de verano para el prelado y un seminario de misioneros con todas sus dependencias. El Saliente, acaso el más importante monumento de la provincia tras la catedral y alcazaba, quedó por tanto inconcluso. Debió de existir un proyecto para un rico programa decorativo que no ha llegado hasta nosotros; la muerte del obispo cortó en seco la culminación de las obras y la diócesis, una de las más pobres de España por entonces, no pudo continuar con la empresa. En los trabajos previos para la adecuación y preparación de las cúpulas y ábsides que ahora estoy decorando con escenas apocalípticas según un estudiado programa dictado por el actual obispado, pudimos comprobar que el mortero original de las superficies abovedadas está compuesto, en dos capas, por yeso y cal mezclados a partes iguales. Esta preparación, exactamente la misma que tienen, por ejemplo, las cúpulas del Pilar de Zaragoza decoradas por Goya y sus cuñados entre 1780 y 1781, era la normal en la época cuando el paramento se iba a culminar con un fresco. Ello nos demuestra que existía un plan decorativo para estas superficies en la iglesia del Saliente que, desgraciadamente, no conocemos en la actualidad. Nuestro reto, sin duda un enorme desafío, consiste en culminar la gran obra inconclusa de Don Claudio y reparar la anomalía que supone la visión completamente desornamentada de un templo barroco.

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