Inmigrantes, menas, palestinos, musulmanes y un largo etcétera. Buscamos mil etiquetas para huir del sufrimiento que genera a nuestra propia conciencia llamarlos por su nombre: seres humanos. El pensamiento occidental siempre encuentra excusas para salvarnos del infierno de nuestros propios actos. Al crear categorías nuevas, nuevos términos y nuevas formas de dirigirnos a ellos, parece que estamos hablando de cosas distintas. Nosotros somos. Ellos, no son. Mi abuelo, que vivió la guerra civil, solía decir a menudo que casi todo lo que salía en la televisión era mentira y que eran mentira la mayoría de las cosas en que creemos y defendemos los seres humanos. Las fronteras son un invento del ser humano. Las guerras, también lo son. La economía, también. Las instituciones, también. No es algo que nos ha dado la naturaleza, que proceda de nuestra genética, ni siquiera de nuestra condición de persona. A lo largo de la historia han existido numerosos ejemplos de otras formas de organización no jerárquicas, alejadas del sistema capitalista (que tuvo un origen concreto, en un momento concreto, por unas necesidades concretas), otras instituciones, otras guerras y otras religiones. Si todo es historia, todo es una invención humana y no es sino un castillo de fuegos artificiales. Podemos cambiarlo. Mientras lees este artículo, se están asesinando niñas y niños en Palestina, destruyendo familias y hogares, el gobierno de Marruecos manipula la voluntad de las personas para que atraviesen la valla de Ceuta, se les utiliza como arma arrojadiza... Mientras estamos cómodamente con nuestro café leyendo el periódico en papel o a través de nuestro smartphone último modelo, hay seres humanos sufriendo. Seres humanos con el mismo miedo, las mismas esperanzas, necesidades y sentimientos que tenemos en occidente. Exactamente los mismos. Hay mucho trabajo que hacer para desaprender y desintoxicarnos de tanta mentira, tanto castillo de arena que se nos vende como si fuera el vellocino de oro. Necesitamos educarnos e inocularnos la vacuna contra la mentira, tener buenas reservas de pensamiento crítico y sobre todo toneladas de humanidad y humildad. Dejar de mirar por encima del hombro. Si cada persona, cada familia, cada medio de comunicación, cada opinólogo, cada político y cada escuela hicieran algo al respecto, quizá lograríamos que algunos seres humanos sufrieran un poco menos.

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