Sísifo en el bar

En todo bar hay un Sísifo contando su experiencia con la piedra. Puede incluso que seamos nosotros

Según el mito, el rey de Éfira fue condenado por los dioses a empujar una piedra de grandes dimensiones hacia la cima de una montaña, pero siempre que estaba a punto de llegar la piedra comenzaba a rodar hacia abajo por lo que estaba obligado a repetir el proceso. El castigo era durante toda la eternidad así que la vida del condenado era dura y llena de frustración. A partir de ahí muchas han sido las interpretaciones del mito de Sísifo a lo largo de la historia. La que más me gusta es el de Camus. Este afirma, siguiendo el mito, que la existencia humana es dura y dolorosa porque en realidad no lleva a ningún sitio; es un absurdo continuo y un sin sentido. Según esto en cada uno de nosotros hay alguna imposibilidad, algún esfuerzo repetitivo que no nos conduce a nada pero del que no podemos alejarnos, por lo que seguimos intentándolo aun sabiendo el dolor. En ese trasiego nos sentimos perdidos, dañados, y casi estamos convencidos de que somos victimas de alguna conspiración. El universo gira contra nosotros y el esfuerzo permanente por llegar a nuestra montaña, la de cada uno, termina siendo un esfuerzo absurdo y agotador. De ahí podemos entrever dos elementos dialecticos, creo: la existencia de lo imposible en la existencia humana y la necesidad de alcanzar nuestro lugar en el mundo, como diría Aristóteles. El tema de fondo es la convivencia con la adversidad de donde sale el debate sobre la dignidad. Según Camus, en esta diatriba caben dos opciones: aceptar nuestra limitación, y añado nuestra pequeñez en la hermenéutica de nuestras vidas, o afrontar esta circunstancia con rebeldía, esto es hacerlo con destreza, libertad, y sobre todo pasión; es decir enfrentarse a la adversidad con originalidad y no con pesadumbre. Eso es lo que sucede en los bares de nuestros barrios. Todas nuestras frustraciones terminan en el bar, en la barra, en las palabras de los amigos y los camareros. En ese momento sublime es posible vivir con pasión la adversidad que damos por hecho absurda. Llegados al punto la piedra deja de pesar y nos da igual que vuelva a rodar ladera abajo. Mañana será otro día pero hoy el sabor a grata compañía reduce la adversidad a una mera anécdota. Los ojos sanguinolentos del amigo confirman que nuestro lugar en el mundo siempre ha sido absurdo pero premeditadamente acogedor. Esa conversación a quemarropa nos salva de la desidia.

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