Taxi Driver

El taxi tiene literatura, como los trenes. Y ambos se van al garete, barridos por lo que tu llamas evolución

El mundo se acaba. Lo que tú llamas evolución realmente es extinción. Nada evoluciona. Todo desaparece. En los años 60 eras arquitecto y eras Dios. Ahora eres arquitecto y tienes cita en la oficina del paro. Evolución, o extinción. Pero lo de los arquitectos es una mera anécdota, lo de los taxis si que es el punto de inflexión. La mirada de Robert de Niro en Taxi Driver. Esa mirada. Fue una vez y nunca fue más. Luego miró en decenas de películas pero nunca miró jamás como en Taxi Driver. La clave era, pues, el taxi. Nos quieren cambiar el universo obsceno del interior de un taxi recorriendo las calles de la ciudad por un mundo impoluto y preciso de conductores impersonales y eficientes. Tiburones del mercado recorriendo las venas y las arterias de la ciudad. Ya no habrá taxistas, sólo habrá yuppies al volante de un coche del futuro. El futuro ya está aquí, sólo que no es como decían los cómics sino que es una batalla campal diaria. Me imagino a Garci y a Javier Marías, con su indestructible rollo de cinta bicolor de máquina de escribir gastado buscando un taxi por un Madrid lleno de vtcs, que no saben lo que son, que no saben como se piden, porque no tienen teléfonos móviles, intentando en vano contactar con alguno de ellos desde su teléfono fijo de baquelita y al fin, perdidos con las manos en los bolsillos de su chaqueta raída, dando vueltas sin sentido por la ciudad. El taxi tiene literatura, como los trenes. Y ambos se van al garete, barridos por lo que tu llamas evolución. Hay más literatura y más cine en un señor parando un taxi por una avenida que en todos los libros que tengo. Es una pesadilla, como una gran ciudad sin atascos y como una gran ciudad con atascos. En el taxi hay un mundo sórdido de rebeca de punto y factura rellenada a boli. He de decir que cojo pocas veces un taxi pero ahora cuando necesite uno me pondré el sueño de la magia en el trayecto, el mundo interior mirando el exterior. Viendo desde la ventanilla de un taxi moles llenas de lo que yo llamo agujeros y tu llamas ventanas. Nidos del frío donde toman una decisión basada en fríos argumentos. Mudos rascacielos perfectos de los que estás a salvo en el interior cálido de un taxi del que no sabes nada y ya lo sabes todo. Evolucionad y evolucionaré con vosotros pero cuando termine de evolucionar, al final del día, me esperará la mirada de Robert de Niro. Que ya no fue igual nunca jamás.

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