Comentaba estas dos últimas semanas que la acumulación de datos (paro y empleo de la EPA segundo trimestre, paro registrado de julio), no permiten, inicilamente, más que un análisis de las grandes cifras. Recordemos: el desempleo registrado bajó en julio y el crecimiento del paro en el segundo trimestre fue el menor en comparación con lo sucedido en años anteriores. Además la población activa, la gente que busca empleo o trabaja, creció.

Ahora, ya, podemos centrarnos en alguna de esas cifras, que indican una preocupación por el futuro no ocultada el rebote en el empleo en julio. Una de esos datos, llamativo, es el crecimiento de la población activa femenina. En toda España y, también en Almería (en esto no hemos sido una excepción). En nuestra provincia, ese crecimiento recuerda al sucedido entre el tercer y cuarto trimestre de 2008, cuando comenzó la crisis anterior.

Del primer al segundo trimestre de 2021, la población activa masculina bajó en 13.400 y los ocupados en 20.500. Por el contrario la femenina subió en 10.000 y las mujeres con empleo en 200. ¿Qué tiene de llamativo? Comparemos con 2019, antes de la pandemia. La población activa femenina y las mujeres trabajando disminuyeron, mientras que aumentaban esos mismos datos entre los hombres. Era lo normal, porque finalizaba la actividad en los almacenes hortofrutícolas que emplean mayoritariamente a mujeres y empezaba la campaña turística.

Este cambio no se explica, no solo, por la mejoría del mercado laboral, sino por lo que se conoce como efecto trabajador añadido (una pena que tengamos, que volver a hablar de ello). Ante las dificultades económicas miembros de la familia que normalmente no trabajan (cónyuge, hijos, por ejemplo) necesitan hacerlo y se incorporan al mercado laboral. En Almería, el dato tiene aún más importancia si tenemos en cuenta que las mujeres fijas discontinuas que interrumpen la actividad están protegidas por el desempleo. Así se han unido a la búsqueda de empleo un número de mujeres mucho mayor que esas 10.000, pues habría que incluir también la cifra que cubriría el descenso habitual en esta época.

Al final, como en 2008, con empleos más precarios y en peores condiciones, pero ha crecido el empleo femenino. Una vez más, como entonces, la economía familiar se salva por las mujeres. La pregunta es ¿se repetirá el patrón de que una vez afianzada la recuperación lo que aumente sea el desempleo femenino?

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