Ucranianos en el cole

Asistir a la escuela es una muestra de normalidad que algo aliviará a los acogidos escolares ucranianos

Asistir al colegio, ocupar un puesto escolar, es una de esas muestras de normalidad a las que no se atribuye la debida, y valiosa, importancia, salvo cuando no pueda hacerse. Y no precisamente por razones vacacionales, sino de cierre inesperado y violento. Muchos escolares de Ucrania lo están comprobando ahora, cuando la pandemia resulta un mal menor por la relatividad que impone una catástrofe tan dantesca como la ocupación rusa de ese país y la encarnizada aniquilación que se ceba en algunas ciudades. Llegan a España, como a tantos otros países, refugiados ucranianos que huyen de su patria, donde muchos compatriotas permanecen para combatir heroicamente al invasor. Buena parte de los recibidos son niños, a los que se ofrece, entre otras atenciones, plazas escolares para que, de algún modo, puedan recuperar la normalidad despedazada por el sobresalto de la guerra.

Aprenderán pronto la lengua española -qué flagrante error el de los extremosos y radicales nacionalistas autóctonos, que impiden al conocimiento y uso de ella-, si es que no la conocen ya por sus temporales estancias con familias de acogida que les prestan aposento y afecto desde hace años. Y sus compañeros de clase sentirán que tienen cerca a quienes serán pronto amigos porque esa cuestión tan manoseada de la empatía tiene sus más genuinas manifestaciones cuando es posible ponerse en lugar del otro, ese que saca sus cuadernos y libros, en la mesa de al lado, aunque su pensamiento todavía esté compungido por la percepción del horror y el recuerdo de los padres y hermanos cuyas vidas penden del impacto de las bombas y los misiles. Es bastante significativa, por ello, la presencia de alumnos ucranianos en las aulas de los centros, ya que asuntos educativos como la educación para la paz no pueden estar de mejor modo justificados.

La escuela, al cabo, no es solo una privilegiada instancia de socialización primaria, sino asimismo de transformación social; si bien, en su no muy larga historia, es utilizada como recurso de adoctrinamiento. La convivencia con estos alumnos ucranianos, en los centros educativos, procurará, entonces, una más directa y fundada conciencia del valor de la paz, precisamente por la inesperada y repentina acogida de quienes algún alivio encontrarán, más lejos de la guerra, en la valiosa normalidad de las aulas.

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