Vacaciones japonesas

Las vacaciones japonesas llevan a la "enfermedad de mayo" porque se cuestiona el trabajar por trabajar

Si tener una semana de vacaciones resulta tiempo de sobra, ampliar ese periodo a diez días puede producir un estado de aburrimiento, sin saber qué hacer con tanto tiempo ajeno al trabajo. Es la situación en que parecen estar no pocos japoneses cuando a su tradicional y regulada "Semana Dorada", del 29 de abril al 5 de mayo, se unen los días correspondientes a las ceremonias de abdicación del emperador Akihito y de proclamación del nuevo emperador Naruhito, su hijo. Así que son legión los japoneses ociosos y, no pocos, deciden viajar al extranjero en estas fechas para conocer, por vez primera, que el sentido de la vida, en muchas otras esquinas del planeta, no es el trabajo. De modo que, concluidas tan excepcionales vacaciones, el que se dice síndrome posvacacional toma forma japonesa de "enfermedad de mayo". En abril comienza en ese país el año académico, empresarial y fiscal, con las flores del cerezo como reclamo. Y, tras la vuelta de las vacaciones, hace de las suyas no tanto el trabajo, sino el cuestionamiento del mismo conocidas otras maneras de administrarlo. Del trabajar por trabajar, convertido en una identidad o valor social, al trabajo como realización incompleta de la vida, necesitada de otras vivencias y de las dichosas bondades del ocio. Porque hasta el equivalente japonés a la siesta española, el inemuri, se reconoce como señal de un trabajo duro e incesante. Tal costumbre japonesa de quedarse dormido en cualquier parte se acepta socialmente frente a la pereza indolente de dormir en la cama. Y ese sueño no debe quedar lejos de nuestra cabezada genuina, dado que el término inemuri reúne 'estar presente' (i) con 'sueño' (nemuri), para denotar una situación en la que se está alerta, no dormido, capaz ese ligero durmiente de volver al ajetreo aunque parezca estar alejado del mismo en su duermevela. Por eso hacer inemuri en el centro de trabajo se tiene como resultado del agotamiento y, para la cultura nipona, las largas jornadas de trabajo, con dedicación de grandes esfuerzos al mismo, tiene valor moral y reconocimiento social. Por lo que ese cabeceo refuerza la capacidad de mantenerse dispuesto, teniendo bajo control las disposiciones. Hasta agota contarlo. Vaya una siesta cansada. El Trono del Crisantemo estrena una nueva era, "Bella armonía", y no sería mala cosa que el flamante emperador abanderara la contracultura del ocio y dispusiera una modorra en condiciones

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