Dice un viejo y cruel refrán que “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. En este caso el muerto es el restaurante La Lustra, que ha cerrado, y el vivo lo es con mayúscula por dos razones: porque el nombre del restaurante es “Vivo gourmet” y porque ha fichado al chef de La Lustra, Ferrán Polls. Vivo es un caso de éxito y además fulgurante. Al poco tiempo de abrir ya apareció en la guía Michelín como uno de los cuatro restaurantes recomendados en la capital. No lo había catado aún porque, entre otras razones de poco peso, me dijeron que estaba especializado en carnes, que es un tipo de locales que no frecuento. Pero con la incorporación de Ferrán Polls a la cocina, la oferta ha cambiado casi radicalmente. Aunque conservan un apartado de carnes de calidad, ahora tienen dos menús al estilo de los que tenían en La Lustra. Como los cambian semanalmente y según mercado, no comentaré los platos con detalle y repetiré lo que escribí de La Lustra en esta columna en marzo del año pasado, por cierto muy elogiosamente: las materias primas son todas de calidad, frescas y casi todas de proximidad, las texturas, muy conseguidas, y las combinaciones muy acertadas. Tomamos el “menú corto” que incluyó dos aperitivos, una caballa ahumada excelente, alcachofa con champiñón, pargo con salsa de ostra y guisantes lágrima (gustosísimos) y un solomillo de ciervo de textura cremosa y muy sabroso, con apionabo y anchoa; es sorprendente la mezcla de un bocado de carne con un trocito de anchoa. Con el postre y las “pijaditas” con el café, el menú sale por 39, vinos aparte. El menú largo, que incluye un par de pases más con mariscos, 60. Hablando de los vinos, no pude consultar la carta a placer porque no la tienen en papel sino en QR, costumbre nefasta que ya no conserva casi nadie, afortunadamente. No tenían fino ni manzanilla, lo que es un inconveniente para todos los colegas que nos juntamos a comer los viernes. Tomamos un cava rosado muy rico y un buen crianza de rioja, ambos a precio razonable. Pero la calidad de la comida, el buen servicio y el espacio cuidado merecen algo más en la oferta bebestible. Están en el buen camino, incluso para subir un peldaño en las guías. Por lo que a la comida se refiere ya lo están. Los “michelines” también se fijan mucho en los demás aspectos: vinos, complementos, servicio, ambiente…Ánimo y por ellos.

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