La tapia con sifón

Vocación

Después de sacar a los alumnos de Pepe a saludar nos sentamos a echar un cigarrillo

En octubre de 1997 participé en un encuentro del proyecto Adapt-Vía Mediterránea en Vélez Blanco, en el que también participaba Pepe Torrente. Cuatro grupos de Alemania, Francia, Italia y España debatieron y practicaron durante tres días sobre turismo, empleo y gastronomía. Y la coordinadora, María Dolores Izquierdo, nos metió en buen berenjenal. Al principio se trataba de preparar una cena de clausura para todos los participantes (unos doscientos), haciendo cada grupo un plato típico de su región. Pero cuando faltaban dos días para la cena nos dijo que los grupos extranjeros no se veían en condiciones de hacer su plato, y los almerienses -Pepe y yo- teníamos que cocinar los tres platos y el postre. Para más facilidades, la cena se había de celebrar en el castillo de Vélez Blanco, precioso pero sin cocina ni nada parecido. Tuvimos que preparar todo en las cocinas del colegio. Nos ayudaron tres o cuatro cocineras del centro escolar, pero los suministros pedidos llegaron raritos, como liebres congeladas o almendras sin partir. Lo subimos al castillo y lo calentamos en un "rosco" de butano. La "cocina" tenía dos paredes de piedra y dos de aire. Pepe se llevó algunos alumnos de la Escuela de Hostelería que nos ayudaron a calentar, emplatar y servir la cena. Servimos cuatro aperitivos, un consomé de pimentón con rape y gambas, liebre con puré de bellota y boniato, y espuma de queso blanco con higos y miel.

Empezamos a cocinar a las dos de la tarde, terminamos justo para llevarlo al castillo, y en la vida hemos blasfemado más. Eso sí, la cena fue un éxito y hasta repitieron algún plato. Después de sacar a los alumnos de Pepe a saludar nos sentamos a echar un cigarrillo. Eran las dos de la madrugada y estábamos fundidos. Y entonces Pepe sonríe y me dice: "desde luego, qué bonito es este oficio". Esta anécdota se la he contado a todos mis alumnos de Turismo en la universidad durante quince años. Resume lo que quería transmitirles sobre el oficio de dar comer: es muy duro, de largas jornadas, trabajo en los festivos y a deshoras; pero si te gusta, es uno de los oficios más bonitos del mundo. Un oficio vocacional, evidentemente. Lástima que los sueldos que se están pagando en la mayoría de bares y restaurantes desincentive cualquier vocación. Ahora se quejan de que no hay camareros. Lo que hay es pocos empresarios hosteleros con vocación.

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