República de las Letras

El abrazo de Vergara

Y nunca le dejarían el liderazgo de la oposición al ala dura del PP, que es la ultraderecha

Le di crédito a aquel abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Nada más natural, pensé, a la vista de los resultados electorales. Pero había un tercer actor en aquella comedia: el independentismo catalán. Y es que hay que ver cómo el conflicto con Cataluña ha envenenado la vida política en este país. Se ha cargado a un partido y a un destacado líder, ha impulsado a la extrema derecha, ha ocultado la sistémica corrupción de la era Pujol y ha exacerbado el nacionalismo español. Casi nada. Lógico, pues a aquel referéndum ilegal, pero pacífico del 1-O sólo opuso la derecha desde Madrid el "A por ellos oé" y el garrotazo, destapando así sus más bajas pasiones, ocultas, mal disimuladas, incluso negadas hasta aquel momento: la violencia como respuesta a la libertad de expresión; el garrotazo en vez del diálogo y la negociación; los tribunales y la cárcel en vez de la política. De todo ello quiere resarcirse ahora el independentismo catalán. Era de esperar, entonces, que se interpusiera en el acuerdo Sánchez-Iglesias. Su apoyo en forma de abstención en la votación de investidura no será a cambio de unas contrapartidas políticas coyunturales. El independentismo ha puesto toda la carne en el asador a partir de la intervención de Oriol Junqueras desde la cárcel: hay que hablar de Gobierno a Govern, hay que reconocer el conflicto político-territorial y hay que poner en marcha el proceso de autodeterminación. Esto se sale de la Constitución. Y por esto, el acuerdo PSOE-Podemos no será viable. Todo eso lo sabían ya los socialistas la noche electoral y, cuarenta y ocho horas después, la tarde del abrazo. Por eso fue tan rápido el preacuerdo, porque se sabía que era dificilísimo que saliera adelante. Entonces, ¿por qué se hizo? Para enmascarar la vergüenza de no poder, por segunda vez, formar gobierno y para intentar forzar al PP a un pacto que salvara la situación. Pero al PP, como estamos viendo, le trae sin cuidado que se forme o no gobierno. Para ellos, cuanto peor, mejor. Y nunca le dejarían el liderazgo de la oposición al ala dura del PP, que es la ultraderecha. ¿Solución? En el marco de la Constitución, no la hay. Salvo que se forzara su reforma, lo que la derecha no tolerará estando en la oposición. ¿Quizá la opción federalista de Iceta? A lo mejor con ese paso intermedio este moderno abrazo de Vergara es bendecido por Junqueras… con permiso de Puigdemont.

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