El arte abstruso

Casi siempre se trata de discursos ininteligibles para camuflar la caradura de los implicados

En la pasada Bienal de Venecia, España estuvo representada por el proyecto expositivo "MEAR", una videoinstalación con sonoridad ambiental de dos artistas vascos. Según la prensa, era un proyecto sobre "la economía política de los cuerpos", sin aclarar nada más porque, probablemente, no tenía explicación la cosa. El vídeo, por su parte, pertenece a la serie de hace quince años "Mear en espacios públicos y privados" de los mismos artistas. El proyecto fue seleccionado hace más de un año por un jurado "experto" e "independiente", presidido -como era de esperar- por Borja Villel, director del Reina Sofía, a propuesta del comisario del proyecto, Peio Aguirre, profesional "de prestigio incuestionable" según la prensa y amiguete, al parecer, de los artistas seleccionados. El presupuesto para el montaje de esta instalación, incluidos los honorarios de los artistas y del comisario, ha sido cuatrocientos mil euretes de nada. Cuento este caso, uno más entre tantos del cotarro oficialista-modernete del arte contemporáneo, porque es plenamente representativo de cuanto acontece en estos saraos pagados con dinero público, escogidos a dedo por la mafia de sinvergüenzas que campan a sus anchas en museos y espacios culturales públicos. Por lo general, se trata siempre de propuestas donde lo estético se ha sustituido por un discurso intelectual pretendidamente complejo y abstruso, para dar la impresión de profundidad de pensamiento, compromiso ético o elevado estatus cultural. Pero nada más lejos de la realidad, pues casi siempre se trata de discursos ininteligibles a posta para camuflar la caradura de los implicados. Se trata, qué duda cabe, de que nadie entienda absolutamente nada. Ese es el punto de partida siempre, que les permite colocarse a ellos como insignes, cultos y elegidos, y al contemplador en un nivel muy inferior, abrumado por la pirotecnia inaprehensible. Estos delincuentes conocen muy bien su trabajo; han medrado en estos ambientes oficiales aupados y entronizados por una izquierda ignorante que procura presentarse siempre como "moderna", avanzada o "vanguardista", y son mantenidos en el poder -cuando gobierna después- por una derecha acomplejada y temerosa de que la tachen mediáticamente de retrógrada, fascista o casposa. El cáncer arranca desde las mismísimas escuelas de Bellas Artes, donde las mafias tienen sus peones en los puestos de dirección, y se extiende por todos los espacios de decisión oficial. Nada se les escapa.

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