República de las Letras

La bolsa o la vida

Para algunos lo que importa ahora es la pasta, la economía; para la gente, es el riesgo de contagio, la Vida

Madrid no pasa a la Fase 1. Los datos reflejan la mala gestión de la presidenta Ayuso. Su directora de Salud ha dimitido porque no estaba de acuerdo con la solicitud en ese sentido del Gobierno de la Comunidad, en cuyo consejo asesor para la pandemia no se halla ni un solo médico y sí representantes de los empresarios. Deplorable. Pero el calificativo es demasiado suave. Con aún más de 200 muertos diarios por Covid-19 las ambiciones políticas, siempre electorales, de la derecha, pueden ser trágicas. Y esto no es lo peor. Lo peor es que la deslealtad demostrada por la oposición durante la pandemia, traducida en descalificativos canallas, insultos vejatorios y acusaciones que rayan lo criminal al Gobierno y a su presidente se traspasan a la calle, traduciéndose en actitudes de desobediencia a la normativa gubernamental para la lucha contra el coronavirus: algunos han pensado que no aceptar las decisiones del Gobierno y deslegitimarlo les autoriza a saltarse los horarios, no usar mascarilla cuando las circunstancias lo requieren, reunirse, no guardar las distancias…

Aprovechando que se celebra el 75 aniversario del fin de la II Guerra Mundial quiero recordar aquí la figura de Churchill. Este descendiente del Duque de Marlborough -aquel Mambrú que se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena-, que en su primer discurso como Primer Ministro conservador sólo había ofrecido al pueblo inglés "sangre, sudor y lágrimas" en la lucha contra el nazismo y el fascismo, reclamó y concitó la lealtad de la oposición laborista y fue aclamado finalmente como el vencedor de la Batalla de Inglaterra, pasando a la Historia como uno de los más grandes estadistas de todos los tiempos. Pero los ingleses, que inventaron la democracia moderna, en las elecciones de 1945 recordaron todos los errores que también cometió en la gestión de la guerra. Resultado: las perdió, dando paso a un gobierno laborista.

Uniendo ahora los dos hilos del discurso, esta desescalada de medidas contra la pandemia es como aquel atracador de los tebeos de los 50, que exclamaba: ¡La bolsa o la vida! Para algunos es la pasta, la economía; para la gente, es el riesgo de contagio, la Vida. Los unos no pueden seguir perdiendo dinero, pero el coronavirus sigue ahí. ¡Cuánto bien hubiese hecho el señor Casado en estos dramáticos tiempos imitando más a Churchill y haciendo caso omiso de Donald Trump y Boris Johnson!

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