Septiembre y el final del verano, que pese a lo que opina un amigo, no es el 31 de agosto con el fin de sus vacaciones, ha llegado repleto de emociones. Primero la luz.

Total, ya les digo, he contemplado con gran indiferencia, sino desdén, todo eso de la luz.¿Por qué, pensaba yo? Si yo no es que pague más, es que no pago nada. Esto último debería haberme hecho reflexionar pero lo dejé pasar. Hasta que he leído que las eléctricas tienen problemas en las facturas y están retrasando recibos. Conclusión: vendrán todas juntas y dice una compañía: que esto puede agravar la situación de precios". Se acabó la paz de mi mente, solo confío en no tener que vender mi cuerpo por comida debido a este problema.

Y en esto que llegó el asunto encapuchados de Malasaña. Soy aficionado a la novela negra, así que desde el primer momento confíe en que un policía alcoholizado que atraviese una profunda crisis emocional, descubriera la verdad. Estaba convencido que la entonces víctima, debía dinero a los de la capucha, quizás se quedó con las pastillas que tenía que vender, como en las series de Netlfix.

Hubo gente de buena fe que hizo viñetas cargados de arte y denuncia, ocho encapuchados con sus nalgas tatuadas con la palabra cobarde. Una periodista demostró en twitter lo solidaria que era explicando que les leyó a sus hijos todo lo que había pasado sin escamotear un detalle (un poco morboso, si) y fíjate, ahora los hijos han entrado en la fase de los padres no lo saben todo.

Creo que no se trataba de atacar a otros ni demostrar lo solidarios y diversos que somos, sino aglutinar a los nuestros que después del verano se les veía perdidos. Vienen ocho encapuchados, ocho es el número de Hitler, lo que acredita sin duda un ataque nazi. En el otro lado, debajo de las capuchas se vio bandas latinas de inmigrantes irregulares. Un articulista lo imagino así: uno sale a comprar ocho pasamontañas, uno por cabeza (necesaria precisión, por si sabemos dividir, aunque queda la idea de que uno fue tan tonto que pagó la de todos ).

Y al final, no hubo nada, pero dio igual, todos seguimos con lo nuestro. Como dijo mi filósofo de cabezera, Joe Biden, prefiero la verdad a los hechos. Así que nuestra verdad, la de cada un,o siguió indiferente a los hechos, crispando un poco más, enfrentando a los ciudadanos un poco más. Eso sí, confío en que el muchacho no sea tonto, aproveche el momento y vaya a la isla de los famosos, pues ya lo es.

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