La ética cultural

En este país la cultura está desprovista de ética, de valores. No se valora el mérito ni la capacidad

Por lo general cuando he puesto la palabra eticidad en algún foro me han preguntado si está o no bien escrita; si en ese sentido existe. Yo siempre digo que sí, que suele utilizarse en los contextos donde se cuestiona si hay realmente o no una actitud hacia la ética, hacia el establecimiento de ciertos valores. Y con esto estamos diciendo más claramente si hay o no una educación en valores humanos. Aranguren por ejemplo la usaba mucho cuando hacía mención a su ética de la responsabilidad, cuando decía que el héroe cervantino, el intelectual, tenía la gran responsabilidad de mejorar su entorno educando en valores. Habida cuenta de lo dicho la palabra se ajusta correctamente a la reflexión sobre la cultura en nuestro país. Haciendo una descripción de la misma podemos decir que nuestra cultura es una cultura de masas donde hay unos grupos vinculados al poder, bajo la dictadura de lo políticamente correcto, y donde coexisten otros mal llamados alternativos que persiguen parecerse a los primeros. También hay independientes, gracias a Dios. Por otro lado lo público concibe la cultura como un gasto y no como una inversión, y por lo tanto exige a la misma ser rentable. En uno y otro caso no se valora ni el merito ni la capacidad, sino que solo afloran los populismos y los intereses del poder o de quienes tiene la suerte de estar de su lado. Con esto la reflexión sobre la eticidad surge inmediatamente. ¿Hay una ética cultural? Obviamente no. Nadie se ha encargado de fomentar valores dentro del mundo de la cultura pues el escenario actual es el del vacío ético, la confrontación, el odio, la envidia, la precariedad moral de los artistas e intelectuales. De esta manera considero urgente el establecimiento de cierta eticidad para poder construir una ética mínima cultural, que sea saludable. Y para eso todos los integrantes deben favorecer la educación en valores como la honestidad, eso es dejar de agredir o robar al opuesto por razones del ego, de los odios o las hipocresías; pero también es que lo público premie de una vez el merito y la capacidad con transparencia. No podemos olvidar el héroe cervantino, el de Aranguren y el de Ortega y Gasset, ese que aspiraba a mejorar su entorno sin pedir nada a cambio. Siendo el Quijote un mito filosófico español, ya va siendo hora de verlo como un agente de eticidad, de evolución moral, y como un ejemplo a seguir.

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