República de las Letras

El gimnasio de aprender

Abril siempre empieza su programa con la misma sintonía: "Bienvenidos al gimnasio de aprender...

Escribo el domingo por la mañana. Llueve. La lluvia, digo siempre, es de Dios. Somos los hombres los que la convertimos a veces en amenazadora. De niño, si llovía, me gustaba salir a la calle cuando todo el mundo se guarecía en sus casas. Y miraba la lluvia en mi calleja de tierra o con la nariz pegada a los cristales de la ventana de mi casa sencilla, obrera, del Barrio Alto. Ahora, con la pandemia, tampoco mis nietos salen mucho. Nosotros los vemos de vez en cuando y en la Rambla, al aire libre, que es más seguro, con mascarilla y guardando distancias. Es una de las lacras de estos tiempos aciagos que vivimos: no podemos disfrutar de nuestros nietos.

Pero nos comunicamos con frecuencia por video llamada o por mensajes, audios y fotos a través del móvil -¡qué gran invento el móvil; cuántas soledades ha venido paliando en este año de infinita tristeza!-. Pues bien, Abril, que aún no tiene siete años, inventó hace tiempo una forma de comunicarse con nosotros, sus abuelos, que imitaba esos canales de You Tube en que se muestra a los niños jugando con muñecas o desembalando un juguete o haciendo burbujas… Y le ha puesto el título genérico de El Gimnasio de Aprender, tomando -sin saberlo, solo por intuición- la palabra gimnasio en el sentido griego de lugar de aprendizaje, o, como en Atenas, Academia, Liceo. Y hasta pone una sintonía, siempre la misma, como hacen en You Tube: "Bienvenidos al Gimnasio de Aprender, para el abuelo y la abuela aprender; bienvenidos al Gimnasio de Aprender, chan-chan-chachanchamm…". Luego sale de plano y entra diciendo: "Hola, amiguitos, hoy en nuestro Gimnasio de aprender vamos a hablar de…". El último fue sobre dinosaurios. Había hecho unos dibujos coloreados y nos iba explicando el nombre y las características, lo que comía cada uno, el tamaño… y por qué se extinguieron. Toda una clase escenificada, con su presentación, su desarrollo y su conclusión o resumen final. Algo parecido a aquel cuento que inventó con solo cuatro años y que tituló La Leyenda de la Columna. Su hermano Samuel, con dos años y medio, mientras tanto, va secundándola en sus bailes, sus gestos, sus cancioncillas… entrando siempre tarde, claro.

Todo un goce estos Gimnasios de Aprender que Abril nos regala por medio del móvil de su madre en la lejanía, la soledad y la tristeza de esta pandemia que llevamos sufriendo ya todo un año y que parece de nunca acabar.

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