Los mármoles del Partenón

No es ético dividir una obra de arte en trozos y exhibirlos en lugares alejados

Aprincipios del siglo XIX, El conde de Elgin, noble y embajador inglés radicado en la Atenas bajo dominación turca, ejecutó el mayor expolio artístico de la historia. Bajo beneplácito o pasividad de las autoridades otomanas, sustrajo las dos terceras partes de los mármoles decorativos de Fidias en el Partenón, reconocido ya entonces como el más importante edificio de la historia de la arquitectura occidental, germen indiscutible de todo el clasicismo europeo posterior. Se apropió de todos los bloques con relieves escultóricos que yacían en el suelo y arrancó otros muchos que estaban aún en el edificio. En el caso de los grupos de los frontones, destruyó la cornisa y precipitó hasta el suelo, a una altura de veinte metros, gran parte de las esculturas para cargarlas después en cajas y llevarlas por barco hasta Inglaterra. En el caso de las metopas y el relieve corrido del friso de la cella, aserró todas las partes traseras de los bloques de mármol para aligerar el peso y embalar sólo las partes delanteras con los relieves. El destrozo de las piezas fue horrible, un atentado contra el patrimonio de primera magnitud. Semejante robo lo perpetró a título personal, no por encargo de su país. Después vendió las piezas al gobierno inglés, tras aprobarse la compra en el parlamento, a un precio muy inferior al que aspiraba y se instalaron en el Museo Británico, junto a otras muchas piezas expoliadas por otros compatriotas en otros lugares del mundo. Hasta hace poco, en las fichas técnicas de las cartelas explicativas junto a las obras podía leerse: "Found in Atenas". Grecia lleva más de un siglo reclamando la devolución de las piezas sin éxito. En los últimos años, incluso, se ha construido y puesto en marcha el ambicioso Museo de la Acrópolis incorporando las últimas tecnologías para la conservación, donde se exhiben copias de yeso de los mármoles robados por Elgin junto a las piezas que quedaban in situ. Históricamente, los argumentos ingleses para no devolver las piezas han sido múltiples y variopintos, tanto dirigidos a demostrar la legítima propiedad -muy discutibles- como a la calidad de los medios de conservación; todo para enmascarar la verdad, que esconde un profundo sentimiento colonialista y de superioridad racial. Hoy ya se han quedado sin argumentos convincentes, pues el Museo de la Acrópolis está mejor acondicionado que el Británico. Y por encima de todos está el más importante, que ampara a Grecia: no es ético dividir una obra de arte en trozos y exhibirlos en lugares distintos y alejados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios