Donde no hay mata...

Cuando nos topamos con alguien que no da para más lo sensato es alejarse; ni siquiera empezar con ellos

Hace un tiempo le dedicamos una columna a los tontos. Decíamos que la ciencia había demostrado que, efectivamente, la proporción de estos había aumentado tanto que la posibilidad de encontrarse con uno era cada vez mayor. Tras el desarrollo del artículo concluíamos que sólo podríamos proteger nuestra salud mental apartándonos de ellos pues constituían un colectivo capaz de agotar al más pintado. Y justo esta era la clave: aceptar que no podemos hacer otra cosa más que quitarnos de en medio.

Pero a la probabilidad de toparnos con un simplón hay que sumarle la de otros individuos igualmente insalubres para nuestra salud mental.

Imaginen la típica escena en el medio más hostil jamás conocido por el ser humano: sentarse frente al volante. De pronto te encuentras con alguien que ejecuta un movimiento que te pone en riesgo o tú mismo resultas el protagonista del error. ¿Qué sucede acto seguido? Lo propio, ya saben: un torrente de pitidos, improperios e incluso amenazas. En ese momento es fácil perder el control respondiendo con la misma salva de insultos. Y todo con el riesgo de escalada que ello conlleva y el mal cuerpo que eso te deja. Mal, por tanto. La clave, nuevamente, está en alejarse del agresivo con la mayor calma.

Otro espécimen que puede ponerte en problemas es el iluminado. Este lo encontramos en el trabajo, en el autobús o en la cola del supermercado. Se considera tocado por la gracia divina y ejerce un apostolado activo de su ideología. Te va a intentar convertir a su secta. Querrá demostrarte que su forma de entender la empresa, la política o la vida es la única verdadera. El iluminado no admite argumentos, sólo entenderá que abraces con él la fe verdadera. ¿Qué debemos hacer, entonces? Efectivamente, salir pitando.

¿Pero qué tienen en común el tontaco, el conductor agresivo o el iluminado? Pues lo hemos señalado al principio. Te agotan y te roban un quantum de energía considerable minando, además, tu salud mental. Por eso lo mejor es ni empezar con ellos, porque no dan para más. A este grupo pueden añadirle todos aquellos que ustedes consideren que son inasequibles a la evolución darwiniana. Desde el cobarde al malévolo pasando por el egoísta o el miserable. Si ustedes intuyen que su esfuerzo es o va a resultar en vano es mejor que se alejen. Se ahorrarán disgustos y ganarán en tranquilidad. Porque donde no hay mata no va a salir nunca una patata.

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