Lo cortés no quita lo valiente

Nos hemos acostumbrado a relacionarnos con el rival desde la hostilidad pero hay otras formas

En 1911, tras varios intentos previos, se desató una auténtica competición entre el noruego Roald Amundsen y el inglés Falcon Scott. Ambos se lanzaron a la conquista de la Antártida, persiguiendo alcanzar el polo sur geográfico. Las dos expediciones viajaron desde sus respectivos países hasta la Antártida para alcanzar su objetivo lo antes posible.

El noruego se preparó mejor. Llevó perros de trineo y eligió una ruta más noble y con mejor clima. El oficial inglés, por el contrario, viajó con ponis y unos carros propulsados a motor atravesando un glaciar sometido a temperaturas extremas. Ni los animales ni los vehículos resistieron semejantes inclemencias.

Así las cosas Amundsen llegó al polo sur casi un mes antes que Scott. Y esto en unas condiciones físicas muchísimo mejores. Aunque el marketing del imperio británico fue apoteósico, la realidad fue que perdieron la partida y después la vida. Pero cuento todo esto no solo por mi fascinación por las expediciones árticas y antárticas, sino por un detalle que se ha valorado muy poco. Carente del “recochineo” que hoy le daríamos a un gesto así, Scott y su equipo, encontraron no solo la bandera noruega clavada en el hielo sino una tienda de campaña con alimentos y una nota que daba ánimo para retornar. El noruego Amundsen, lleno de cortesía y elegancia, quiso tener un bonito detalle con su contrincante.

En los tiempos que corren todo parece señalar que la única forma de relacionarse con aquellos que presentan intereses irreconciliables con los nuestros es mostrando hostilidad y confrontación directa. Las técnicas más utilizadas son el sabotaje o la interferencia deliberada para perjudicar los intereses y esfuerzos del rival, la difamación, que intenta siempre desacreditar al otro y, en algunos casos, la agresión verbal o física.

Y es por esto que el gesto que tuvo Amundsen resulta tan edificante. A sabiendas del sufrimiento que también está experimentando la otra persona, por muy rival que sea, es posible mantener una relación de competencia saludable. Se puede también respetar las habilidades y los logros del otro compitiendo de manera justa y ética. Y por supuesto cabe la coexistencia pacífica, porque la competencia directa es, a menudo, beneficiosa. Así que, aunque el refrán es de origen español, aquel noruego y su expedición supieron mostrar al mundo, hace ya más de 100 años, que “lo cortés no quita lo valiente”.

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