Aunque puede parecer asunto de los programas del corazón -esa forma de confundir el nombre y el sitio de la entrepierna-, la media naranja es una cuestión clásica. Del amor platónico, no tanto por idealizado y ajeno a la sexualidad, sino por desarrollarse en la obra El banquete, de Platón, allá por el siglo IV a. C., cuando entre los comensales está Aristófanes para tratar la materia bajo una forma cómica. Surge así un relato mitológico sobre las almas gemelas y Aristófanes sostiene que los humanos, en su origen, eran seres esféricos, como naranjas, y contaban con cuatro brazos, cuatro piernas y una sola cabeza, aunque esta tenía dos caras. Desde el punto de vista del sexo biológico -el género es más bien sociocultural-, esos mismos humanos se repartían en hombres, mujeres y andróginos, cada uno con dos grupos de genitales, como de brazos, piernas y caras, y los andróginos con genitales masculinos y femeninos. Eran los hombre hijos del Sol, las mujeres de la Tierra y los andróginos de la Luna, porque esa última descendencia del Sol y de la Tierra. Los humanos, de suyo prepotentes, dieron la lata a los dioses, sin percatarse de que estos aguantaban pocas bromas. Y no debían recordar -prepotentes y desmemoriados- que hasta los Titanes, deidades poderosas, fueron rendidos en su arrogancia y acabaron confinados en el Tártaro, el inframundo regido por el dios Hades.

Así las cosas, Zeus no se valió de la fuerza descomunal de los rayos para destruir a los humanos sino que, sabiduría de los dioses mediante, porque no era caso de perder tributos, resolvió dividir a los humanos por la mitad, como castigo por su orgullo y, de paso, duplicar los sujetos pasivos que habían de pagar gravámenes. Así divididos, los humanos cayeron en una profunda desgracia y perecían porque abandonaban su cuidado. Compadecido Apolo ante el efecto del castigo de su padre, cosió los cuerpos de los humanos, para de esa manera reconstruirlos, y quedó el ombligo como recuerdo de la forma original. De modo que cada humano tendría solo un conjunto de genitales y buscaría con anhelo su otra mitad, se dice que la otra mitad de su alma, el alma gemela, hasta un pletórico encuentro.

Asiste la mitología, ya se ve, para explicar lo inexplicable: la media naranja.

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