La cuarta pared

El niño y el entorno

"Cuando tu conocimiento del medio en el que vives es reducido, cualquier cosa supone una gran novedad"

Recuerdo el olor de los pasillos, el terciopelo de los asientos del bus por las mañanas de camino al colegio, apenas tendría 3 años y ese día, a mi madre se le olvidó decirme adiós con la mano desde la calle mientras yo la miraba absorto en el asiento y pegado a la ventana, con una cara con pena y desesperación. Irme a pasar el día entero a un edificio ajeno a mi hogar y que mi madre no me dijera adiós con la mano podría supo-ner un momento de esos en la vida que quedan marcados para siempre, de hecho, así fue. Llegamos al colegio, era la primera vez que estaba en un edificio tan grande, no con-trolaba mi entorno y no me movía por intuición sino dirigido en fila india junto a mis compañeros y liderados por aquel adulto que comandaba la expedición desde el auto-bús hasta el aula de 1ºb.

Hasta entonces conocía a la perfección todos los recovecos de mi casa, no era pe-queña, vivía junto a mis padres en una vivienda de dos plantas. Me encantaba si-tuarme en las esquinas del salón más solitarias y mirar desde allí al espacio restante, siempre conseguía sentirme al unísono con mi casa y entenderla en su totalidad.

Sin embargo, aquel nuevo edificio era mucho más grande de lo que yo mismo podía concebir a esa edad. No sabía cuántas plantas tenía, ni cómo de largos eran aquellos pasillos, ni dónde estaba la sala de profesores ¿Cuántas clases como la mía podría haber en aquel lugar? Por una parte, estas incertidumbres generaban en mí mucha cu-riosidad, esa sensación de tener mucho por descubrir luchaba constantemente con la falta de sentimiento de pertenencia identidad que se fue perdiendo con el tiempo, ya que día a día, ese colegio se convirtió en mi segundo hogar. Realmente llegaba a pa-sar más tiempo allí que en mi propia casa, que empecé a ver pequeña, de apenas dos plantas y unas cuantas estancias que ya conocía.

A pesar de mis días en el colegio, no conseguía aumentar mi rango de conocimiento del entorno, ya que la rutina me guiaba siempre por los mismos caminos, cierto es que ya conocía dónde estaba el baño, cuál era mi pupitre y por dónde se iba al comedor. Pero seguía sin saber cuántas plantas había tras esas escaleras infinitas que parecían llevar al cielo convertido en pasillo.

Cuando tu conocimiento del medio en el que vives es reducido, cualquier cosa supone una gran novedad, abrir tu círculo de ambientes conocidos es siempre mucho más sorprendente cuando tienes menos referencias con las que asociar y comparar.

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