Dos niños trabajando

En los dos casos habla del forzado y difícil trabajo infantil necesario para la supervivencia individual y familiar

Me vino a la mente al sentir el aire de la noche: "He dormido esta noche en el monte...". Era aquella poesía de Gabriel y Galán que estaba en el libro de gramática de bachillerato y que tal vez recuerden algunos de los que lean esto. Una poesía tierna, sentimental, sobre aquel niño que cuidaba las vacas del amo. A mis once años me veía reflejado en aquel pequeño. Así volví a sentirme. Pero en una comprensible asociación de ideas emergió en mi mente otra poesía, con una temática similar: "El niño yuntero", de Miguel Hernández. Era inevitable. Dos temáticas casi idénticas pero con un tratamiento muy diferente. En los dos casos habla del forzado y difícil trabajo infantil necesario para la supervivencia individual y familiar. Pero en estos momentos estas dos poesías provocan en mí sentimientos diferentes. Dos adultos analizan la situación. Uno, desde la perspectiva del amo que, pese a repasar todos los inconvenientes y los peligros que entraña el trabajo de aquellas noches, trata de poner cierto remedio a la situación subiéndole la soldada ("porque ya eres grande"), y permitiéndole que por la noche abandonase a las vacas. Pero con más o menos sueldo ese niño seguiría trabajando. El trabajo infantil estaría justificado. Cosa muy diferente nos expone Miguel Hernández. En este caso no se centra en las circunstancias, durísimas por cierto, en las que se desenvuelve la labor del niño yuntero, sino en el trabajo en sí mismo, en el hecho de ser "niño yuntero". Es, además, una situación amarga de la que el niño tiene conciencia: "y declarar con los ojos // que por qué es carne de yugo". Tiene un lenguaje descarnado, duro, que preconiza para el niño un futuro no menos lamentable, sin esperanza. En sus versos finales aparece una soflama revolucionaria que invita a la acción: "quién salvará a ese chiquillo", preguntaba retóricamente, y a renglón seguido señala a quiénes deben actuar: "que sean los jornaleros". El primero nos habla de una realidad falsamente bucólica de finales del siglo XIX, como si estuviera fuera del más amplio contexto social; el segundo, inmerso en las convulsiones de los tiempos de la república, analiza la situación considerándola una aguda injusticia social. El primero, nos hace pensar en una conformidad y cierta felicidad del vaquerillo; el segundo, muestra una rebelión, al menos interior, del niño yuntero. Son tan diferentes... (Perdonen, pero prefiero a Miguel)

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