Quién la está pagando

Alguna vez alguien me dio una explicación de por qué el pan tiene que ser más barato que el resto de los productos. Pero no

Días atrás oí en la radio dos noticias que, entrelazadas, son cuando menos sorprendentes. Por una parte, Almería y Murcia aparecían en un informe como las dos provincias más pobres de España. Me extrañó, pero la di por buena. Y por otra parte, y a los pocos días, oía entrevistas en la feria de la alimentación celebrada en Madrid que de manera triunfalista hablaba de las grandes producciones y de los millones de kilos que se obtenían en nuestras explotaciones agrícolas modélicas. Parte de las aseveraciones hechas sobre la agricultura almeriense serían perfectamente aplicables a la murciana. Se muestra así que hay dos provincias en España que son de las que más riqueza generan, con unos niveles de exportación envidiables. Pero al mismo tiempo la gente, los trabajadores de una y otra se encuentran en el furgón de cola en la disponibilidad de renta. Penoso. Porque no se trata de ninguna contradicción, sino de la evidencia de que hay algo que no funciona como debiera. No funciona la valoración de los productos del campo en nuestra economía. Alguna vez alguien me dio una explicación de por qué el valor del pan, de los tomates, de los pimientos y de las almendras tiene que ser más barato que el resto de los productos: porque son artículos de primera necesidad y tienen que estar al alcance de toda la población. Visto así, no deja de tener razón, porque es justo que todos puedan comer. Pero a lo mejor hay un elemento que hace palidecer ese aspecto de justicia. Todos pueden comer, pero lo hacen a costa de que haya muchos productores que no pueden salir del circulo de la pobreza. Pagar a 3 euros la hora de trabajo hace que una explotación agrícola pueda ser algo rentable para el propietario; no puede pagar más porque lo que le pagan a él no se lo permite; es el primer eslabón de la cadena de comercialización. Pero trabajar 10 horas al día para ganar 30 euros (los días que trabajan) para que, tras la cadena de intermediarios, esos productos estén al alcance de la mayoría, lo que consigue es que los que trabajan no tengan suficiente para salir adelante con dignidad. Habría que hacer frente a una disyuntiva: o subir los precios para que los que los producen puedan tener una vida digna, o la sociedad, a través de ayudas, compense a los que trabajan en el ámbito rural, para que no malvivan para que otros vivan. Tal vez así Almería y Murcia dejarían de ocupar el penoso lugar de la cola.

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