República de las Letras

El pianista

La película expone el destrozo de vidas y haciendas que sufrieron las generaciones que vivieron el fascismo

La otra noche volvimos a ver El pianista. Basada en el libro de memorias El pianista del gueto de Varsovia, de Wladyslaw Szpilman, músico polaco de origen judío, es, seguramente, la mejor película de Román Polanski, como es también la mejor actuación de Adrien Brody, que interpreta al personaje central. La cinta, estrenada en 2002, obtuvo la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cannes, tres Oscar y siete Premios César del cine francés, entre otros galardones. Es, sin duda, una de las dos películas que mejor narran el Holocausto judío durante la II Guerra Mundial. La otra es La lista de Schindler, de Steven Spielberg (1993). Ambas deberían ser de visionado obligatorio en los Institutos.

Porque ver de nuevo El pianista lo sitúa a uno frente a su propia formación en materia histórica: qué mal nos educaron. Qué destrozo hizo el franquismo con las tres generaciones que lo vivieron. Qué ocultación, qué manipulación, qué manejo de las conciencias para someterlas al servicio de la ideología imperante. Pero lo peor ha sido que, llegada la democracia, las versiones de nuestra historia reciente ofrecidas en los diversos planes educativos españoles tampoco han sido, no objetivas, eso es imposible, sino, por lo menos, cercanas a la realidad vivida por aquellas generaciones. Se prefería parar el relato en la Revolución Francesa, hecho importante, pero lo suficientemente lejano, que evitaba meterse en el complicado siglo XX.

La película te enfrenta, además, a los orígenes de las ideologías fascistas que llevaron al mundo a una guerra de dimensiones nunca vividas. Y, sobre todo, lo que a mí siempre me ha interesado mucho, expone el destrozo de vidas y haciendas que sufrieron las generaciones que las vivieron directamente. Como España: aún quedan unos cien mil compatriotas nuestros enterrados en fosas comunes o en cunetas de viejas carreteras, asesinados por la horda fascista durante el franquismo.

La emisión de El pianista ha coincidido con otros dos hechos de gran impacto televisivo. Uno, el grotesco espectáculo de Donald Trump atrincherado en la Casa Blanca sin aceptar el resultado de las elecciones estadounidenses, la cuna de la democracia moderna occidental. Otro, esas dos expresiones de machismo carpetovetónico -puro franquismo- del representante de la extrema derecha en el Parlamento andaluz: "A la porra" y "A tomar por culo". Así se escribe la Historia por aquí.

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