Del pueblo violento

Tras el proyecto ilustrado, supo de nuestra verdadera naturaleza, la del Saturno que devora a sus semejantes

En las cinco pequeñas y célebres tablas de Goya que custodia la Academia de San Fernando, el artista representó varios asuntos donde los individuos o el pueblo manifiestan abiertamente su crueldad y violencia, en un contexto de fanatismo e irracionalidad apabullantes. Como proyecto expresivo y creativo son un precedente claro de lo que luego desarrollará en las paredes de La Quinta del Sordo.

En el "Corral de locos" aparece todo un repertorio de personajes dementes que juegan a ser poderosos -obispos, reyezuelos o militares- y se emplean en mortificar a otros. Uno dispara dardos con su cerbatana a otro que le pide clemencia. Otro, disfrazado de jefe indio, extiende su mano para que varios locos más se la besen. Al fondo, un loco arrodillado hace una felación a otro. Se trata, qué duda cabe, de una alegoría del mundo dominado por la irracionalidad y crueldad humanas. En el "Tribunal de la Inquisición", los reos ataviados con el sanbenito esperan aterrorizados el veredicto de un siniestro tribunal de clérigos y de jueces; la atmósfera del lugar, tensa e irrespirable, hace presagiar lo peor.

En la "Procesión de disciplinantes", un grupo de penitentes se pican la espalda y hacen brotar su sangre a borbotones en el transcurso del desfile. El pueblo, exaltado y enfebrecido, responde al salvajismo con gesticulantes muestras de fanática devoción. En la "Corrida de toros en un pueblo", el público asiste complacido al brutal espectáculo de tortura y muerte del animal, que está siendo picado en ese momento. Algunos espontáneos saltan al ruedo para colaborar y divertirse también.

En el "Entierro de la sardina", un grupo de máscaras danzantes han sido inmortalizadas en un movimiento torpe y congelado, cual si fueran grotescos y contrahechos muñecos de un maléfico guiñol. El pueblo ejerce la violencia demente en toda situación, aún cuando reza o se divierte. En todas las escenas palpita una brutalidad atroz, paroxística, presa de su sinrazón. Dice Malraux que, mientras que el barroco persiguió la grandiosidad, lo majestuoso, y el arte del XVIII el encanto y la gracia, Goya descubrió el horror y lo colocó en el centro de su obra. Tras el fracaso del proyecto ilustrado, supo de nuestra verdadera naturaleza, la del Saturno caníbal que devora a sus semejantes y arrasa cuanto le rodea.

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