Dice Google que la red de centros TIC de Andalucía empezó en el año 1985, con el Plan Alhambra. Recuerdo perfectamente cuando en torno al año 2000 se empezó a dotar masivamente a los centros de ordenadores, conexiones a internet, etc. Mesas y ordenadores enormes, complejas instalaciones, lentitud en la conexión… Posteriormente vinieron los mini-portátiles para todo el alumnado, los carros de portátiles, los proyectores, las pizarras digitales… y tras la pandemia, han llegado aún más ordenadores, tablets, uso de dispositivos móviles…

Los argumentos en favor del uso de las TIC son muchos. El principal, que si queremos preparar al alumnado para usar las TIC en su vida cotidiana y en sus actividades profesionales, hay que utilizarlas sí o sí. Lo segundo, las TIC nos brindan posibilidades casi infinitas para el aprendizaje. Si bien las tecnologías en sí mismas no significan un cambio real en la docencia, sí que lo facilitan enormemente. Ya no hay que hacer fotocopias que no se ven bien, no hay que conformarse con lo que dice el libro de texto, ni tiene por qué explicarlo todo el profesor… Se pueden hacer mil actividades creativas, debatir, construir conocimiento, contrastar, utilizar o crear medios audiovisuales…

Mi alumnado acostumbra a decidir conmigo las actividades que quiere hacer. Hacen presentaciones maravillosas sobre contenidos de mi materia, en Canva, Genially, Prezi y otras plataformas; inventan sus propios Kahoot; graban vídeos con entrevistas a personas del entorno; crean sus propias canciones utilizando a veces medios digitales; buscan vídeos que ejemplifican lo que están exponiendo… y mil cosas más.

O hacían. Porque desde que empezó el curso, las caídas en la red de la Consejería de Educación son continuas. Perdemos más de la mitad de cada clase intentando acceder, la conexión se cuelga a la mitad de una presentación o una actividad, o un vídeo... El último despropósito es que por motivos «de seguridad» no se pueda acceder a casi ninguna de las aplicaciones que hasta hace dos semanas utilizábamos. Resulta vergonzoso que en el año 2023, cuando casi toda la población tiene acceso ilimitado a cualquier recurso en línea, las escuelas sean la excepción. Dice mucho del valor que se le da a la educación. Por mi parte, no me va a quedar otra que volver al papel o como mucho, al PDF. Y quien pierde, como siempre, es el eslabón más débil: el alumnado.

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