Yo tengo razón, tu estás equivocado

Demasiadas mentes brillantes se han visto castradas por los hábitos tradicionales de pensamiento

En su libro "Yo tengo razón, tú estás equivocado", Edward de Bono razona que la discusión no conduce a la verdad, solo a ganar en un torneo verbal. Desafía frontalmente la lógica del pensamiento occidental, del que se ha comprobado su excelencia en los asuntos técnicos y su ineficiencia en los asuntos humanos. Es un pensamiento repleto de absolutismos y rigideces que carece por completo de energía constructiva y creativa. La creatividad no puede subsistir en un ambiente excesivamente crítico en el que este pensamiento se mueve a través de caminos pateados, bajo la presunción de que las percepciones y los valores son comunes, universales y permanentes, y de que "tiene razón" aquel que argumenta o discute mejor sobre los mismos. Demasiadas mentes brillantes se han visto castradas por los hábitos tradicionales de pensamiento, y ha llegado el momento de examinarlos y darnos cuenta que son inadecuados para el momento que estamos viviendo. La resolución de los problemas actuales requiere de un nuevo pensamiento creativo que se ocupe de las percepciones, los valores y las personas. No se trata de desechar la "argumentación", sino alertar sobre los peligros de un razonamiento encastillado y estéril para solucionar los problemas actuales. Tal y como afirma el autor: "Necesitamos un nuevo renacimiento, y creo que ya ha comenzado. Es asunto de cada individuo ignorarlo o prestarle atención". Sobre este tema recupero algo que escribí hace tiempo: "Fui a un lugar en busca de la verdad. Me aproximé con recelo, porque la verdad absoluta no existe y eso es absolutamente cierto. Permanecí un tiempo hasta asegurarme que allí no se disfrutaba la verdad. Porque quien de verdad sabe de qué habla no encuentra razones para levantar la voz; porque si cierras la ventana a todos los errores también la verdad queda afuera y porque la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Ahora pienso que una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante, y prefiero creer a aquellos que buscan la verdad y dudar de los que la han encontrado, pues la verdad se parece mucho a la falta de imaginación. Siento que la verdad malintencionada es peor que la mentira, y que la misma verdad, al salir de ciertas bocas, adquiere un olor desagradable. Y me distancio de aquellos que aún creen que toda cuestión tiene dos puntos de vista, el equivocado y el suyo".

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