Aciudadanos se le han ido cayendo todas las caretas antes, incluso, de que decidiera quitárselas. Y no, no ha sido por un involuntario traspié, sino como consecuencia de su propia debilidad desde el punto de vista ideológico, - si es que alguien de dentro lo tuvo claro alguna vez -, y de su famélica estructura, montada a base de adeptos que no conocen y en los que, por tanto, no confían.

Al partido de Rivera y Arrimadas se le están viendo ahora esas y otras costuras que escondían sus disfraces de reformistas. Marín, vicepresidente del gobierno bicéfalo andaluz, ha asumido competencias que se reparten hasta por seis departamentos distintos de la Junta situados, además, en diferentes lugares y con responsabilidades tan dispares como Turismo, Justicia, Violencia de Género o Relaciones con el Parlamento.

La distribución de competencias entre el Partido Popular y Ciudadanos ha sido tan caótica como el reparto de un botín ante los ojos embelesados de los que aspiran a tenerlo todo o, al menos, a quedarse con un lote tan grande como el de su socio. Y tan sembrado de desconfianza que incluso PP y Ciudadanos han quedado en compartir la Dirección General de Comunicación Social, para evitar que la balanza se incline más para un lado que para otro.

Con todo, este no parece ser el mayor problema de Ciudadanos. La mayor dificultad a la que se enfrenta el partido de Albert Rivera es la de carecer de un esqueleto y una musculatura que le permita no solo hablar sino también caminar. En ese escenario, Marín ha sido incapaz de encontrar personas preparadas en su partido para asumir responsabilidades de gobierno. Esta situación le ha llevado, sin quererlo, a tirar de independientes para después pretender "vender" esa decisión como un valor.

Su debilidad también se extiende a otros ámbitos, como es el caso de la Presidencia del Parlamento andaluz. Marta Bosquet empezó mal con la insostenible decisión de dejar sin voto en la Mesa del Parlamento a Adelante Andalucía. Ahora va un paso más allá y pretende que la ultraderecha esté sobrerrepresentada en las comisiones parlamentarias frente a otros partidos que consiguieron un mayor número de diputados, lo que es inaceptable en términos democráticos. Y todo esto con el único objetivo de no molestar a los que dicen que no son sus socios, pero que sí lo son, y de paso mutilar la tarea de control al Gobierno.

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