La cuarta pared

El robo del siglo

En muchas ocasiones, las obras no manifiestan lo que son, sino lo que simbolizan

La mañana de un martes cualquiera de agosto de 1911, varios trabajadores del Louvre se percataron de un sospechoso hueco en blanco en una de las paredes del museo. Se trataba de la desaparición de la Mona Lisa, una obra de escasas dimensiones de Leonardo da Vinci. Por aquel entonces, las medidas de seguridad de los museos no eran las actuales. Asombrados y abrumados por no haber detectado el hurto, se dio comienzo una búsqueda sin cuartel que abarcaría varios años y englobaría prácticamente la totalidad del mundo occidental. Numerosos periódicos internacionales se hicieron rápidamente eco de la noticia, colocando en sus portadas reproducciones de la obra en blanco y negro. En apenas unos días, la noticia corrió como la pólvora y de una manera u otra, todo el mundo vio plasmada en algún sitio la cara de esta chica pintada por el genio del Renacimiento. Independientemente de la calidad de la pintura, su fama creció como la espuma, llegaron los primeros memes de la historia y a pesar de quedar algo más de un siglo para que se inventase twitter, la Gioconda ya era trending topic.

Cuando finalmente se descubrió su paradero gracias a un marchante que intentó devolverla a su Italia natal mediante una reunión con el director de la galería Uffizi en Florencia, la obra regresó a Francia y pese a ser una obra menor, dentro de toda la producción artística de Da Vinci, la gente se amontonaba a las puertas del Louvre para ver en persona a la que había sido la víctima del robo del siglo. Habilitaron una sala enorme para ella sola y la protegieron con una vitrina de vidrio acrecentando aún más su leyenda.

Por suerte o por desgracia, en muchas ocasiones, las obras no manifiestan lo que son, sino lo que simbolizan. El David de Miguel Ángel, a pesar de la perfección de sus proporciones, se hizo viral en Florencia por su significado contextual y político en el regreso de los Médici a la ciudad. La luz del murciélago en el cielo de Gotham es solo un símbolo de esperanza. Las latas de tomate de Warhol supusieron un cambio de rumbo del arte hacia el pop. Y el Guernica de Picasso es una obra maestra que reivindica los horrores de la guerra.

La fachada puede llegar a ser igual de importante que el interior. A veces, las apariencias engañan, pero siempre transmiten. El dramatismo y la puesta en escena es el arte de la ilusión, tan necesario para el ser humano como el color de los alimentos antes de comerlos.

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