Tengo la suerte de que algunos amigos de confianza comentan, de cuando en cuando, mis columnas. Muchas de sus aportaciones abren en mí un proceso de estudio y reflexión. Y de estas elucubraciones surgen nuevos artículos. Las líneas de hoy han nacido así. Mi querido Juan Luis me iluminaba a propósito de la reconciliación, la temática de la semana anterior. Refería que para practicarla se basaba en dos premisas. La primera resultaba de una introspección honesta cuestionándose cuánto había contribuido en el malestar del otro. La segunda se basaba en el tiempo "que dicen que lo cura todo". Y aquí, lo confieso, sentí que algo me rechinaba por dentro. Después de meditar el asunto y recurrir a los clásicos les lanzo el resumen, después el desarrollo: La creencia generalizada de que el mero transcurrir del tiempo va a solucionar algo es del todo equivocada e incluso perniciosa para nuestra salud mental.

Es cierto que la sabiduría popular atribuye al tiempo un gran poder sanador. Tan es así que todos tenemos improntado el refranillo que usamos con frecuencia para consolar a alguien. Sin pretender resultar contradictorio les diré que el refrán no me parece equivocado sino más bien incompleto. Abandonar la resolución de los conflictos, los duelos, la inadaptación o las heridas emocionales a un actor externo es siempre un error. Nada ni nadie debería decidir, llorar, esforzarse o disculparse por nosotros. Este posicionamiento, que veo con frecuencia en la consulta, nos deja en un estado de vulnerabilidad existencial. Es una faceta más del "efecto avestruz": meto la cabeza en mi agujero o miro hacia otro lado y sigo con mi vida en espera de que las cosas se arreglen solas.

El tiempo sólo resulta un buen aliado, de ahí mi afirmación del refrán incompleto, si lo usamos para elaborar el dolor que sentimos. "El tiempo y la reflexión lo curan todo" me parece mucho más acertado y sano. Tomar un poco de distancia con el foco problemático pude ser positivo, pero pasado cierto tiempo toca volver a abordarlo y superarlo. De lo contrario se enquistará y se infectará cuando menos lo esperemos.

Estoy deseando saber que dirá Juan Luis cuando lea esto; seguro que me lanza alguna de sus sentencias de sabio humilde y me deja cavilando un buen puñado de días . Entretanto me atrincheraré tras Miguel Delibes, que no parece mal escudo: "El tiempo no lo cura todo, lo acostumbra, pero no lo cura".

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