Hacía años que habíamos abandonado el pantalón corto cuando conocimos el nombre de Andy Warhol. En aquellos tiempso en que éste irrumpía en mundo del arte con su "Pop-art" en Nueva York, los españolitos que nos considerábamos más o menos "adelantados" estábamos enrollados con el llamado realismo social, también conocido malévolamente como "generación de la berza"; sin contar con otras muchas antiguallas, como Franco sin ir más lejos.

En ese contexto fue una sorpresa conocer que Carlos Pérez Siquier era un adelantado que ya estaba en el "pop-art": en 1972 presentó su serie "La playa" -realizada en Almería, como la práctica totalidad de su obra- que presentaba unas características que años después se situarían en la cumbre del arte contemporáneo: el color y el detalle.

Los colores eran fuertes y nítidos, con duros contrastes y marcando mucho las formas. Su enfoque destacaba partes del cuerpo humano o detalles muy aislados de un paisaje o de un rincón soleado. Un enfoque, una mirada, más que distantes, sarcásticos. Sarcasmo que no sólo usaba para el arte, sino en su forma de pasear por la vida.

Es fácil pensar en la de objeciones que le pondrían los catetos almerienses (y de otras muchas partes y ámbitos) por alejarse del blanco y negro severo que imponía el neorrealismo. Ya había abandonado Carlos el blanco y negro en su segunda etapa sobre La Chanca, en la primera mitad de los años sesenta, cuando un ayuntamiento "progresista y benefactor" destruyó una buena porción de las cuevas, sobre todo de las más metidas en el cerro.

Esta destrucción marcó la etapa surrealista de Pérez Siquier, como se puede comprobar en la serie de fotos de paredes multicoloridas de lo que quedó de las cuevas que habían estado habitadas. Es tentador pensar que hay una relación entre esta serie de desconchados abstractos y la visión "pop-art" de La Playa, que vino casi a continuación en la obra del artista. Este conjunto de abstracción y realismo exacerbado es indudablemente una muestra del vanguardismo de nuestro autor, que siempre supo estar en la cresta de la ola. O un paso por delante.

Y encima, desde Almería y con Almería como tema y modelo. Es para alucinar que haya podido ocurrir este brote de genialidad en un erial de talentos como era este rincón europeo en aquellos años. La pregunta siguiente es: ¿sigue siendo un erial? La respuesta, en lo que escriban los historiadores dentro de unos años.

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