La levedad de Mari

De los realistas madrileños, María Moreno fue la más leve y pura de todos, en su vida y en su obra

En el día de anteayer, hacia las cinco de la tarde, el cuerpo de nuestra amiga Mari volvió definitivamente a la tierra. Una tierra que, con seguridad, a ella le será leve. Fue en el camposanto de Alcobendas. Allí, mientras acompañábamos a Antonio, a su familia y a tantos amigos de la familia realista, medité sobre la prodigiosa levedad de esta mujer voluntariamente oculta, abrazada por la luz interior de su intimidad, de su casa y de los suyos. Mari fue siempre todo lo contrario de lo que suele esperarse de un artista, al menos de un artista que milita como tal y hace exposición pública de su creación, en el panorama del arte contemporáneo. En un mundo de exhibición y pirotecnia, donde llamar la atención es una necesidad casi inevitable para hacerse mínimamente presente, para comunicar que se existe, ella prefirió el camino radicalmente opuesto. Mujer enigmática y purificadora, pintó en la intimidad y para la intimidad. Todos sus cuadros son de una levedad casi mística, donde los objetos se disuelven en una luz blanca, difusa y beatífica. Bodegones, jardines, calles e interiores, todo está habitado de un halo de pureza extraña, como en una ensoñación placentera. Son lugares para la meditación y el sosiego, para la unción de los cuerpos y de las almas. Los temas de su pequeña obra -pintó muy poco- son los mismos que los de Antonio, su marido, pero en ella aparecen desmaterializados, leves y levitantes, fundidos con una luz que resucita un cierto romanticismo de estirpe religiosa. De los realistas madrileños, María Moreno fue la más leve y pura de todos, en su vida y en su obra; no cabe mayor coherencia. Pero esta levedad, esta existencia interior, no impidió nunca su carácter firme y la creencia férrea en los suyos, especialmente en la figura de su esposo. Mari tuvo, desde el principio, una fe absoluta en la prodigiosa valía de Antonio, a quien defendió frente a todo y apoyó en su carrera hasta el final, sin tregua. Este acto de generosidad, de entrega amorosa, ha permitido la construcción de una de las carreras más significativas del arte contemporáneo europeo y la emergencia de un nuevo realismo, milagrosamente recuperado para el contexto y discurrir del arte moderno. Mientras su cuerpo volvía para siempre a la tierra, tuve la certeza de este milagro realista, imparable, que a otros nos permitirá continuar batallando. Descanse en paz.

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