Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Illa no es actor de hitchock

Alguna vez, en un recuerdo del tiempo, el ex alcalde de La Roca fue James Stewart y Cary Grant, sin que Sánchez, ni Iglesias lo supiesen

Illa no es actor de hitchock Illa no es actor de hitchock

Illa no es actor de hitchock

El ministro de Sanidad, con su cara de místico y asceta, de cura arrepentido y maestro de yoga sanata dharma, nunca pudo ser James Stewart en La ventana indiscreta, ni Cary Grant, en Sospecha. Illa, con su flequillo de Tintín, sus gruesas gafas, de pasta y negras, su sonrisa, a medias, su corbata azul y su traje de sastre, nunca rompió un plato en su vida hasta que formó el nuevo dúo Cruz y Raya con Fernando Simón, el sacristán de la pandemia (¿por qué no, sindemia?), el doble de Griezmann, el jersey beis (adaptación al español de beige) y gris de las rebajas; con el toque de queda del trapecista Moreno Bonilla, al cual sus asesores le han puesto entonación de rumba, cuando Juanma se hace paroxítono al andar. Don Salvador, con su camisa, recién sacada de la lavadora, después de apagar el botón de secado, nunca formaría pareja con Grace Kelly, ni con Joan Fontaine, en la narratología de los instantes que solo sabe el día, cuando suceden en los minutos anteriores al tiempo perdido. El filósofo Illa no es Louis Althusser, ni Michel Foucault, ni Antonio Gramsci, pero, siempre que convoca una rueda de prensa, parece que lleva, entre las manos, un breviario para que las farmacéuticas de Pfizer y Moderna sepan que la filosofía descubre en las milésimas de un segundo que los efectos secundarios no son las hierbas medicinales de Hipócrates.

Entre el bailarín Iceta y el frailuisiano ministro de la vacuna, la distancia es la misma que hay entre un día de Filomena en Teruel y otro, de sol y playa, en el ático de Ana Soria, diosa del Mediterráneo, y Enrique Ponce, torero de leyenda, quieran o no, los envidiosos y maledicentes, sin que Jorge Javier sepa de la misa la mitad, tal clérigo de olla, que el latín macarrónico no existe, mientras podamos traducir la Eneida y las Bucólicas, volviendo a ser los que éramos. El señor de La Roca del Vallés tiene que cambiar de gafas, comprarse unas de espía, full hd 1080p, con mando a distancia, para detectives, ponerle cristales graduados, disfrazarse de Xi Jinping, adentrarse en los laboratorios de Wuhan y descubrir si el patógeno está en las cámaras frigoríficas o es una sombra que se alarga, sin que nadie conozca su origen. Mas el secretario de organización del Partido Socialista de Cataluña prefiere ser Dembelé con el fin de adentrarse en el área pequeña del independentismo y marcarle un gol por la escuadra, ahora que la musa Arrimadas se ha empeñado en destruir Ciudadanos, con el fin de que no quede ni una letra para la sopa.

El asceta Illa no pudo ser, siquiera en la ficción, un personaje del cine de Alfred Hitchcock, mas, entre la hermenéutica y la pandemia, bien podría ser un actor de John Ford, haciéndonos olvidar a John Wayne en El hombre tranquilo, a pesar de no haber practicado el boxeo, ni haber estado enamorado de Maureen O´Hara, ni haber sufrido la oposición de Víctor McLaglen. El candidato a la Generalitat sabe hacer política, entre la izquierda y la derecha, sin que el ruido sea mayor que las nueces. Lo cual nos hace identificar la paremia, que dio lugar a la comedia de William Shakespeare: Much do about notihng; pero convirtiendo el título en el elogio de la discreción. Porque, con su semblante de monje y púlpito, puede regatear a Rufián, a Junqueras, a Colau y a Puigdemont, bailar el rock mejor que Iceta e interpretar un tango de Gardel en las Ramblas: cava Castell d´Or y vino del Penedès, Este hombre zen quiere que el Barça siga siendo más que un club, aunque Messi abandone la nave y se vaya con Neymar al París Saint-Germain. Sin

aparentarlo, el pensador Illa, a la chita callando, sin mesnadas y sin cuates, es un teólogo de la dialéctica. Sin descomponer la figura frente al insulto y a la injuria, por muchos chuzos de punta, granizos y palos de madera que caigan, el ministro siempre fue un actor que renunció a la mística, para demostrar que ni Hichcock, ni Ford tuvieron un intérprete como él. Por eso, aprendió a llevar el traje y la corbata, la camisa y los zapatos con elegancia hindú. Y a no cambiar las lentes, por más que el guion lo exigiera. Alguna vez, en un recuerdo del tiempo, el ex alcalde de La Roca fue James Stewart y Cary Grant, sin que Sánchez, ni Iglesias lo supiesen. Ni tampoco, los like (o me gusta) de Instagran, Facebook o Twitter lo adivinaran. Por mucho que se lo proponga la derecha, este apasionado del running (o carrera continua; es la traducción más próxima) nunca será un cómic de Georges Prosper, Hergé.

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