Fútbol sala

Juan Emilio cambia las botas del futbito por las del ejército

Juan Emilio, en su presentación en Cartagena.

Juan Emilio, en su presentación en Cartagena. / La Opinión de Murcia

Juan Emilio cuelga las botas. Mejor dicho, cuelga los tenis de fútbol sala para coger otras botas las pesadas. Las del ejército. Concretamente, las de la Infantería de Marina que presta orgullosa sus servicios, entre otros puertos, en el de Cartagena, donde el gadorense ha jugado sus últimos encuentros en la Liga Nacional de Fútbol Sala.

Con sólo 23 años, el pívot escucha a su corazón, que le pide una vida castrense y entregada a su patria. Han sido nueve años codeándose con los mejores del futbito, jugando en las canchas más lujosas de su deporte, incluso viviendo una exótica aventura en Rusia, en las filas del Gazprom Ugra. Es más, tuvo el honor de vestir la elástica nacional sub-18 y sub-21, que defenderá a partir de ahora desde otro oficio, con otras armas que no son el balón.

Fue en su penúltimo destino, en Rusia, donde Juan Emilio comenzó a pensar que no le importaría darle un giro a su día a día. Dejar de marcar goles y sumergirse en una nueva vida. Era una decisión difícil, muy difícil. El de Gádor era (suena raro hablar en pasado de él) una de las promesas del futbito nacional. Por eso, el Jimbee Cartagena se frotaba las manos cuando se hizo con sus servicios en el pasado mercado de fichajes veraniego, en el que fue uno de los traspasos más sonados. El histórico Duda, ahora entrenador cartagenero, lo quería a su lado, era parte de un atractivo proyecto.

El gadorense, con la Selección Española. El gadorense, con la Selección Española.

El gadorense, con la Selección Española.

Quiso ilusionarse el jugador almeriense, recobrar la motivación con la que siempre ha saltado a las canchas, pero en su cabeza había ya otro servicio que cumplir. Como destacaban los periódicos La Opinión de Murcia y La Verdad, la temporada comenzó con una expulsión en Burela, lo que le hizo perderse la segunda jornada. En la tercera tenía que viajar a Barcelona, pero tuvo los síntomas del coronavirus y ahí se acabó la historia. Llegaba el momento de poner el punto y final. De ser sincero consigo mismo y con el deporte que tanto ha amado y que ha llevado a vivir una etapa brillante de su vida.

Era el Jimbee Cartagena quien hacía oficial en un comunicado que el jugador había decidido rescindir “de mutuo acuerdo” su contrato. Un decisión “únicamente personal del jugador de retirarse por un periodo indeterminado del mundo del fútbol sala profesional”. De esta forma, el pívot almeriense salía del vestuario del Palacio de los Deportes con la vista puesta en la dársena del puerto.

“Quiero entrar en el ejército, en Infantería de Marina, y terminar en las Fuerzas Especiales. No es una decisión de hace tres días. Llevo un tiempo largo pensándolo, bastante antes de llegar a Cartagena. No había tomado antes la decisión porque no tenía claro si era porque me encontraba en un mal periodo o si era algo que realmente quería. Conforme pasaban los días me daba cuenta que de que era una decisión firme y que cada vez me hacía menos ilusión jugar. Tenía menos ambición y eso no es bueno ni para mí ni para el club. Mi ilusión y felicidad se encuentra en otro lado ahora”, aseguraba el jugador a La Opinión de Murcia.

Su vida, a partir de ahora, será como lanzar un doble penalti. Tienes claro que lo quieres chutar, que eres el hombre elegido para tratar de marcar el gol y te centras en ello. Pero enfrente tienes a un portero que puede marcar el destino. “Llevo casi nueve años dedicándome a esto y para mí es una vida totalmente nueva a partir de hoy. Ha sido toda mi vida dedicada a jugar al fútbol sala y de golpe y porrazo tomar una decisión así no es fácil. Además me voy del fútbol sala sin tener nada seguro. Pero la vida es así y si crees que la felicidad está en otro lado, tienes que luchar por ello”. Y luchará con unas nuevas botas, las del Ejército Español.

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